En la era digital, las redes sociales han transformado la forma en que las personas se relacionan consigo mismas, con los demás y con el mundo. Para las generaciones jóvenes, nacidas en un mundo hiperconectado, las redes sociales no solo son una herramienta de comunicación, sino también un espacio en el que construyen y presentan su identidad.
Sin embargo, la exposición constante a imágenes idealizadas e irreales y a las comparaciones virtuales ha tenido consecuencias significativas para la salud mental, en particular en lo que se refiere a los trastornos de la alimentación y la percepción corporal.
Las plataformas como Instagram, TikTok o Snapchat han creado una cultura de la imagen en la que la apariencia física a menudo se convierte en el centro de la identidad personal. Además, los filtros y las herramientas de edición permiten a los usuarios modificar sus fotos para ajustarse a la perfección a los ideales estéticos (casi inalcanzables), generando una imagen “perfecta” que a menudo se aleja de la realidad.
Para muchos jóvenes, estas imágenes no solo se consumen, sino que se convierten en modelos de comparación. Al ver repetidamente cuerpos “perfectos” y rostros sin imperfecciones, muchos desarrollan una idea distorsionada de cómo debería ser su apariencia, lo que puede desencadenar en inseguridades profundas y una insatisfacción constante con su propio cuerpo.
¿Ese acto de comparación influye, de alguna manera, en la salud mental de los jóvenes?
La respuesta a esta pregunta es un rotundo sí.
La comparación social es un fenómeno psicológico en el que las personas miden su propio valor o apariencia en función de los demás. En las redes sociales, donde se comparte principalmente una versión idealizada o irreal de la vida, esta comparación es constante y, en muchos casos, perjudicial.
Los jóvenes que pasan más tiempo en redes sociales tienden a compararse más y también son más propensos a experimentar emociones negativas como envidia, inseguridad o tristeza; especialmente cuando sienten que no cumplen con los estándares de belleza o cuando sus vidas no se parecen a las de las personas que siguen en redes.
Este ciclo de comparación y frustración puede abrir la puerta a algunos problemas de salud mental, como ansiedad, depresión o, en algunos casos, trastornos de la alimentación. Diversos estudios han demostrado que el uso intensivo de redes sociales está relacionado con un aumento de conductas de riesgo, como las dietas extremas, el ejercicio compulsivo o el uso de sustancias para controlar el peso.
Los trastornos de la alimentación, como la anorexia nerviosa, la bulimia o el trastorno de la alimentación compulsiva, son problemas complejos que involucran factores genéticos, emocionales y culturales. Sin embargo, en los últimos años, la exposición a la cultura de la imagen en redes sociales ha surgido como un factor de riesgo significativo.
Algunos de los contenidos más difundidos y, a su vez, más preocupantes en redes son el “thinspo” (la inspiración para estar delgado) o el “fitspo” (la inspiración para estar en forma). Estas etiquetas promueven imágenes de cuerpos extremadamente delgados o tonificados como ideales deseables. Estos mensajes pueden intensificar la presión por alcanzar un cuerpo “perfecto” y fomentar hábitos poco saludables. La exposición constante a estas imágenes idealizadas y a mensajes que glorifican la delgadez puede influir en la autopercepción, desencadenando o agravando trastornos alimentarios.
Como curiosidad sobre el tema, podemos resaltar el papel de los algoritmos. Estos son definidos como las normas de programación que influyen directamente en la frecuencia e intensidad del contenido que aparece en nuestras redes. Por ejemplo: a medida que un usuario va interactuando con contenido relacionado con la belleza o el fitness, los algoritmos tienden a mostrar más de ese mismo contenido, creando un entorno en el que estas imágenes y mensajes se ven repetidamente. Esta “burbuja de contenido” puede llevar a que los usuarios piensen que el ideal estético que ven es la norma, intensificando la presión y distorsionando aún más la percepción de sí mismos.
Transitando hacia un uso saludable de las redes sociales
A pesar de los riesgos, las redes sociales también pueden ser un espacio para promover la autoaceptación y la diversidad corporal.
En los últimos años, movimientos como el “body positivity” han ganado fuerza, impulsando mensajes que celebran la diversidad y promueven la aceptación del cuerpo en todas sus formas y tamaños. Además, cada vez más influencers comparten contenido sin filtros, visibilizando cuerpos reales y ayudando a crear un ambiente más inclusivo.
Para los padres, educadores y/o profesionales de la salud mental, es importante fomentar en los jóvenes una relación saludable con las redes sociales.
Algunos puntos importantes pueden ser:
- Fomentar la conciencia crítica: enseñar a los jóvenes a reconocer cuándo una imagen ha sido editada o alterada, y ayudarles a cuestionar la autenticidad de las imágenes que ven.
- Promover cuentas y contenidos positivos: animar a los jóvenes a seguir cuentas que promuevan la diversidad y la autoaceptación.
- Establecer límites de tiempo: ayudar a los jóvenes a limitar el tiempo que pasan en redes sociales y a buscar actividades fuera de ellas para equilibrar su exposición.
Conclusión
La relación entre las redes sociales, los trastornos de la alimentación y la percepción corporal es compleja, pero innegablemente relevante en el contexto actual.
A pesar de que las redes sociales pueden amplificar la presión por cumplir con estándares de belleza poco realistas, también tienen el potencial de ser herramientas para promover una autoimagen saludable.
Con una educación adecuada y un enfoque crítico, es posible fomentar un uso de las redes sociales que celebre la autenticidad y que contribuya al bienestar emocional y físico de las generaciones jóvenes.