¿Qué son las funciones ejecutivas y por qué deberías conocerlas?

Las funciones ejecutivas son procesos cognitivos clave que nos permiten planificar, tomar decisiones y regular emociones, fundamentales para el aprendizaje y el comportamiento adaptativo.

Por: Juan Alberto Diaz Ponce Leon

Funciones Ejecutivas: El maestro de ceremonias del cerebro cognitivo
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El cerebro y toma de decisiones

Si el cerebro es un vasto océano de conexiones, las funciones ejecutivas son la brújula que nos permite navegarlo con dirección y propósito. Son el núcleo de nuestra capacidad para planificar, resolver problemas, tomar decisiones y regular nuestras emociones. Sin ellas, el pensamiento consciente y la conducta adaptativa serían meros fragmentos desordenados, incapaces de ensamblarse en la coherencia de la vida cotidiana.

Las funciones ejecutivas son aquella guía que nos lleva a afrontar el día a día con adaptación y evolución, son quienes integrar el contenido de nuestra experiencia, facilitando que podamos tomar decisiones, planear eventos futuros, discernir entre lo que deseamos y lo que deberíamos hacer, entre otros aspectos más que, a continuación, describiremos. 

Función ejecutiva y cognición

Las funciones ejecutivas residen en el córtex prefrontal, una región cerebral que actúa como el maestro de ceremonias de la mente. Coordina procesos como la memoria operativa, la atención y la inhibición de impulsos, permitiéndonos elegir el camino más adecuado en cada momento. A través de este filtro cognitivo, somos capaces de anticipar consecuencias, controlar nuestras emociones y adaptar nuestra conducta a distintos entornos.

Arquitectura de la cognición

El cerebro humano no opera en compartimentos aislados, sino en redes interconectadas que regulan el flujo de información. En este entramado, las funciones ejecutivas actúan como hubs, puntos de alta densidad de conectividad que organizan la interacción entre diferentes áreas.

Desde una perspectiva neurocientífica, estas funciones pueden clasificarse en “frías” y “calientes” (Zelazo & Carlson, 2012). Las primeras están ligadas a procesos racionales y abstractos, como la planificación o la toma de decisiones basadas en la lógica. Las segundas, en cambio, se relacionan con la regulación emocional y la capacidad de adaptación social, aspectos esenciales para la inteligencia interpersonal.

Además, existen distintos tipos de memoria ejecutiva que sostienen la arquitectura cognitiva:

  • Memoria de trabajo: Nos permite mantener y manipular información mientras realizamos una tarea.
  • Memoria prospectiva: Nos ayuda a recordar lo que debemos hacer en el futuro.
  • Memoria secuencial: Coordina los pasos necesarios para completar una acción.

Sin estas funciones, no podríamos seguir una conversación, organizar nuestro día o incluso recordar por qué abrimos la puerta del refrigerador.

El ritmo de la atención y el aprendizaje

Lejos de ser un acto voluntario, la atención es un proceso dinámico que filtra el caos de los estímulos sensoriales. Su funcionamiento óptimo está estrechamente ligado a las funciones ejecutivas y a la inteligencia fluida, es decir, la capacidad de resolver problemas sin depender del conocimiento previo (Colom et al., 2010).

Las investigaciones en neuroeducación han demostrado que la retención de información varía según la forma en que la procesamos:

  • Recordamos solo el 10% de lo que leemos pasivamente.
  • Retenemos hasta el 70% de lo que repetimos.
  • Si interpretamos y describimos algo, la retención asciende al 80%.

Este hallazgo subraya la importancia de un aprendizaje activo y experiencial, donde la creatividad y la experimentación potencian la consolidación de conocimientos (Moreno et al., 2016).

Plasticidad y resiliencia cognitiva

A pesar de su sofisticación, el sistema ejecutivo es vulnerable. El estrés crónico, el consumo de sustancias como la marihuana o la presencia de microinfartos pueden afectar su desempeño, ralentizando el procesamiento de la información y disminuyendo la flexibilidad cognitiva (González et al., 2015).

No obstante, el cerebro posee una capacidad extraordinaria de reorganización: la plasticidad neuronal. Este fenómeno es más pronunciado en jóvenes, mujeres y personas zurdas, permitiendo que nuevas conexiones compensen las funciones afectadas por lesiones o enfermedades neurodegenerativas (Arnedo et al., 2014).

Del mismo modo, estudios recientes sugieren que la musicoterapia y la sonoterapia pueden estimular áreas motoras y mejorar la cognición en pacientes con deterioro ejecutivo (Hernández & López, 2020). Esto refuerza la idea de que el cerebro no solo piensa, sino que también resuena con el arte y la emoción.

Un equilibrio entre el orden y el caos

Las funciones ejecutivas son, en esencia, la danza entre el orden y el caos en la mente humana. Su capacidad de integrar, inhibir y priorizar información es lo que nos permite movernos en la complejidad de la vida sin perdernos en ella.

Sin embargo, no son un sistema rígido ni inmutable. Como cualquier habilidad, pueden entrenarse y fortalecerse a través de estrategias como la metacognición, la meditación y el ejercicio físico. En este sentido, cultivar la flexibilidad mental es la clave para una mente más ágil, creativa y resiliente.

Las funciones ejecutivas son pilares fundamentales para la madurez emocional, al ser quienes nos preparan para lidiar con eventos del día a día. Espacios de aprendizaje, son aptos y enriquecedores para poder continuar con la estimulación y asimilación de las mismas para la evolución continua, remarcando su carácter relacionado con el soporte cerebral, la inteligencia y, especialmente, la autogestión. 

En última instancia, pensar, decidir y recordar son actos profundamente humanos. No se trata solo de sinapsis y redes neuronales, sino de la forma en que cada individuo teje su propia narrativa dentro del vasto océano de la conciencia. Esto, remite a la personalización y originalidad que cada estructura cerebral tiene, lo que incluye a las funciones ejecutivas, siendo estas elementos cognitivos que, si bien, pueden ser similares en una buena cantidad de personas, no quedan exentas de la capacidad de ser únicas según el contexto, la genética y el desarrollo individual de cada humano en sociedad.

Fuentes y recursos de información

  • Arnedo, M., Alonso, J., & Vallejo, J. (2014). Plasticidad neuronal y funciones ejecutivas: una revisión desde la neuropsicología. Universidad de Barcelona.
  • Colom, R., Escorial, S., & Privado, J. (2010). Inteligencia fluida y funciones ejecutivas: correlaciones neuropsicológicas y estructurales. Universidad Autónoma de Madrid.
  • González, M., Fuentes, L., & Zubieta, J. (2015). Efectos del estrés crónico en la función ejecutiva y la plasticidad cerebral. Universidad de Granada.
  • Hernández, R., & López, C. (2020). Efectos de la musicoterapia en funciones cognitivas superiores. Universidad de Sevilla.
  • Moreno, L., Sánchez, P., & Torres, R. (2016). Neuroeducación y aprendizaje activo: implicaciones para la enseñanza. Universidad de Salamanca.
  • Zelazo, P. D., & Carlson, S. M. (2012). “Hot and Cool Executive Function in Childhood and Adolescence”. Child Development Perspectives, 6(4), 354–360. DOI: 10.1111/j.1750-8606.2012.00246.x
Juan Alberto Diaz Ponce Leon

Licenciado en psicología por la universidad iberoamericana puebla; maestrante en sexología clínica y terapia de parejas por el instituto superior de estudios psicológicos; maestrante en neuromúsica por la universidad de Nebrija, así como periodista de investigación con decenas de publicaciones tanto en medios digitales como académicos, en materia de psicología, ciencias y música. Gran apasionado locutor digital, con años de experiencia en radio universitaria y podcasting, orientado a la generación de contenidos relacionados con ciencias humanas, teniendo como meta constante la divulgación de información y la promoción de la salud mental.