Abrazando la diversidad infantil claves para un desarrollo inclusivo y respetuoso

La diversidad infantil implica reconocer y apoyar las necesidades únicas de cada niño para fomentar su desarrollo emocional y social en un entorno inclusivo.

Por: Inma Enfedaque

Celebrando la diversidad
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Todos conocemos a algún niño o niña que tiene una forma de ser, aprender y relacionarse que difiere de lo común y que no sigue los patrones, las expectativas y las normas establecidas de acuerdo con su edad y/o su grupo social.

Puede ser que alguno de estos niños o niñas siga un desarrollo atípico y que una determinada área, como por ejemplo la motora, cognitiva, emocional o social, siga un proceso tardío o precoz.

Tal vez estos niños o niñas tienen alguna habilidad sobresaliente o algún desafío específico que repercute en una dificultad o destreza concretas, ya sea de aprendizaje, social o de desarrollo psicomotriz.

Quizás alguno muestre algún comportamiento inusual, con intereses poco frecuentes o expresiones y/o reacciones poco habituales para su edad o grupo social.

A lo mejor alguno de estos niños o niñas, a su corta edad, ha sufrido unas circunstancias vitales especiales o poco habituales que han impactado en su desarrollo cognitivo, social y/o emocional.

Cada uno de estos niños o niñas tiene un mundo interno que le permite descubrir, ser y estar en el mundo de manera única, con talentos, intereses y formas de conectar que merecen ser exploradas y potenciadas. Abrazar esta diversidad y considerar a cada niño o niña como único o única es fundamental para llegar a desarrollar una sociedad comprensiva, libre de estigmatizaciones, etiquetas y patologizaciones.

En este sentido, y para avanzar hacia la aceptación y la comprensión de la diversidad, es imprescindible la implicación de padres, madres, educadoras y educadores que fomenten estrategias de acompañamiento y apoyo a todos los infantes, independientemente de su comportamiento, habilidad o desarrollo emocional.

Con estrategias específicas y personalizadas, todos los niños pueden llegar a adquirir la madurez suficiente que les permitirá desarrollar las habilidades justas para manejar sus desafíos. Todo ello contribuirá a la construcción de adolescentes y adultos con personalidades sólidas, fuertes y resilientes que les ayudarán a integrarse en el mundo de manera funcional, a la vez que mantendrán su esencia en cuanto a personalidad, intereses, potenciales y capacidades.

En ocasiones, el camino hacia esta madurez puede resultar costoso para el infante y para sus familias. Algunos progenitores manifiestan las dificultades que encuentran en la educación de sus hijos e hijas y expresan la frustración que sienten al percibir que, desde edades muy tempranas, no siguen las pautas de comportamiento propias de su edad: se resisten a las normas, son especialmente sensibles, expresan sus emociones con demasiada intensidad, son rígidos en sus planteamientos y opciones, gritan y se enfadan con facilidad, muestran un comportamiento desafiante, se mueven constantemente, no atienden a las explicaciones de las personas adultas, suelen interrumpir a los demás, les encanta expresarse con un NO, se distraen con frecuencia, les cuestan las transiciones, etc. Estos comportamientos alteran la convivencia familiar hasta el extremo de desestabilizar a todos sus miembros, que se sienten cansados, frustrados, tristes y especialmente desbordados por estas dinámicas familiares.

Para superar estas situaciones, es imprescindible que las personas adultas lleguemos a aceptar que estos niños están aprendiendo a vivir y que tienen que construir las habilidades necesarias para controlar sus emociones, tolerar su frustración y entenderse a sí mismos. Este es el punto de inicio a partir del cual se pueden empezar a construir nuevas relaciones que les guíen y acompañen en el desarrollo de su propia identidad.

Cabe destacar que nuestra generación como padres y educadores enfrenta un escenario educativo altamente estimulante y complejo a la vez. La diversidad en todas sus vertientes y la influencia de las nuevas tecnologías convierten la educación y la crianza en un desafío único, en el cual los padres y las madres somos a la vez inexpertos y educadores en el uso de las pantallas y de la tecnología en general. Vamos aprendiendo al mismo tiempo que nuestros hijos e hijas, a la vez que los intentamos proteger de riesgos como la sobreexposición, la adicción, los contenidos inapropiados y su impacto en la salud mental. Y simultáneamente debemos instruirlos, guiarlos y supervisarlos, estableciendo limites saludables.

A este escenario se le añaden retos como fomentar la comunicación abierta, con una escucha atenta que valide las emociones de estos niños y niñas para que puedan llegar a construir relaciones fuertes y comprensivas que les permita compartir y expresar sus preocupaciones y experiencias.

En este contexto, la inclusión de los niños y niñas con formas de ser e intereses diferentes incrementa la complejidad de toda la dificultad educativa expuesta. Por ello, es fundamental que desde la psicología nos centremos en potenciar las fortalezas que ofrecen todas estas variables, adaptando estrategias adecuadas que fomenten el desarrollo integral de todos los niños y promoviendo espacios para la construcción de entornos de aceptación y de respeto.

Para ello es fundamental que diferentes profesionales del ámbito educativo trabajen transversalmente en áreas distintas:

  1. La aceptación
    1. Fomentar una cultura de respeto en casa y en el aula
    1. Promover la comunicación sobre la diversidad
  2. Estrategias de acompañamiento
    1. Escucha activa; promover espacios seguros de comunicación centrados en el presente y libre de juicios
    1. Personalizar el aprendizaje, sin necesidad de alterar los objetivos establecidos para cada nivel educativo
    1. Instruir en habilidades sociales en contextos seguros y guiados
    1. Valorar los intereses individuales, potenciando las habilidades y pasiones e integrándolas en el aprendizaje diario
  3. Mantener la esencia del infante
    1. Programar los cambios para que sean graduales y eficientes
    1. Respetar la individualidad, reforzando los logros y las particularidades

Abrazar la diversidad en la infancia nos brinda la oportunidad de enriquecer nuestra sociedad, crear un futuro inclusivo y comprensivo e integrarla de manera natural, sin sobresfuerzos ni sobreactuaciones.

La verdadera integración debería transformar los entornos para que sean más acogedores, flexibles y respetuosos con la diversidad.

Porque respetar y celebrar la individualidad de cada persona, además de un acto de justicia, es también un acto de amor.

Inma Enfedaque

Licenciada en psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Master en psicopatología legal, forense y criminológico en la Universidad Internacional de Cataluña.
Especialista en el ámbito de la violencia de género, doméstica y en otras formas de violencia sexual.
Interesada fundamentalmente en la psicología positiva, la gestión de las emociones, el bienestar psicológico y la estabilidad emocional.