La soledad y disminución de la función cognitiva en adultos mayores

Un nuevo estudio revela una conexión entre la soledad y una menor función cognitiva en adultos mayores, especialmente en aquellos que reconocen su soledad.

La soledad y disminución de la función cognitiva en adultos mayores
Imagen de © Depositphotos.

Un nuevo estudio publicado en Frontiers in Psychology sugiere que sentirse solo puede ser un predictor significativo del funcionamiento cerebral a medida que envejecemos, particularmente para aquellos que reconocen abiertamente su situación. Sin embargo, la conexión entre aislamiento y la función cognitiva no es sencilla y puede diferir según cómo se mida la soledad y el origen racial y étnico de la persona.

El declive cognitivo y la creciente población de adultos mayores

El declive cognitivo, que se refiere al empeoramiento de habilidades como la memoria, el pensamiento y la resolución de problemas, es una preocupación importante para los adultos mayores. Impacta en la calidad de vida, genera una carga en los sistemas de salud y es una prioridad de investigación. Se proyecta un aumento significativo en el número de adultos mayores en los EE. UU., con una parte sustancial de individuos negros o latinos.

Estos grupos también tienen más probabilidades de experimentar problemas cognitivos en comparación con sus contrapartes blancas. Debido a esto, existe una necesidad apremiante de encontrar factores que influyan en la salud cognitiva y que puedan potencialmente modificarse; y la soledad es uno de esos factores.

La soledad no es simplemente estar solo. Es la sensación angustiante que surge cuando alguien percibe que sus conexiones sociales no satisfacen sus necesidades, particularmente en términos de calidad. Si bien el aislamiento puede ocurrir a cualquier edad, los adultos mayores pueden enfrentar desafíos únicos que podrían afectar su vida social, como problemas de salud o la pérdida de seres queridos. Al mismo tiempo, los adultos mayores podrían ser más resilientes a la soledad debido a las expectativas cambiantes y al enfoque en relaciones más cercanas.

Investigaciones previas a nivel mundial han demostrado una relación entre el aislamiento y una función cognitiva más deficiente. Se cree que la soledad podría desencadenar la activación a largo plazo de las respuestas al estrés en el cuerpo, lo que lleva a niveles más altos de hormonas del estrés. Estas hormonas, con el tiempo, podrían dañar las células cerebrales y afectar las habilidades cognitivas. Sin embargo, los mecanismos exactos aún no están claros, y la mayoría de los estudios no se han centrado en la población de los EE. UU. o en grupos raciales y étnicos específicos dentro de ella. Debido a que las experiencias y el manejo de la soledad pueden variar entre diferentes grupos, los investigadores buscan información más precisa y exacta.

Los investigadores analizaron datos del National Social Life, Health, and Aging Project, una encuesta a gran escala de adultos de mediana edad y mayores en los EE. UU. Se centraron en los datos recopilados entre 2015 y 2016, que incluyeron entrevistas personales y cuestionarios. El estudio incluyó a 2757 participantes de 50 años o más que se identificaron como blancos, negros o latinos, y que tenían datos completos sobre la función cognitiva y la soledad.

Para medir la función cognitiva, los investigadores utilizaron la Chicago Cognitive Functions Measure, que evalúa diversas habilidades cognitivas como la orientación, la memoria y la resolución de problemas. Las puntuaciones de esta medida se convirtieron en puntuaciones en la Montreal Cognitive Assessment, una herramienta de evaluación ampliamente utilizada para el deterioro cognitivo. Puntuaciones más altas indican una mejor función cognitiva.

El aislamiento se evaluó de dos maneras. La primera fue una sola pregunta de una escala de depresión (Center for Epidemiologic Studies Depression Scale) que preguntaba con qué frecuencia los participantes se habían sentido solos en la semana anterior. Aquellos que informaron sentirse solos alguna, mucha o la mayoría del tiempo fueron clasificados como "solos". La segunda medida fue la National Social Life, Health and Aging Project Felt Loneliness Measure, que es similar a una escala de soledad de tres ítems comúnmente utilizada. Esta medida pregunta sobre sentimientos de falta de compañía, sentirse excluido y sentirse aislado. Los participantes calificaron con qué frecuencia experimentaron estos sentimientos, y se calculó una puntuación total, donde puntuaciones más altas indican una mayor soledad.

Los investigadores también consideraron varios otros factores que podrían influir en la función cognitiva. Estos incluyeron factores demográficos como la edad, el sexo, el estado civil y la educación. También analizaron factores relacionados con el nivel socioeconómico, como la posición económica percibida y si los participantes habían omitido la atención médica debido a un seguro inadecuado. También se evaluaron las experiencias de discriminación, que pueden afectar negativamente la salud. Además, los investigadores consideraron la cantidad de afecciones médicas crónicas que tenían los participantes, su nivel de síntomas depresivos y su participación en actividades comunitarias.

El estudio encontró que sentirse solo, medido por la única pregunta sobre la frecuencia del aislamiento, estaba relacionado con puntuaciones más bajas en la función cognitiva. Esto significa que las personas que informaron sentirse solas con más frecuencia tendieron a obtener peores resultados en la evaluación cognitiva. Sin embargo, cuando la soledad se midió utilizando la escala de tres ítems, no hubo una asociación significativa con la función cognitiva para los participantes blancos o negros. Sorprendentemente, para los participantes latinos, las puntuaciones más altas en la escala de soledad de tres ítems se asociaron con una mejor función cognitiva.

Los investigadores también analizaron cómo se relacionaban las dos medidas de soledad entre sí. Si bien hubo una superposición significativa, solo el 40% de las personas identificadas como solitarias fueron clasificadas como tales por ambas medidas. Esto sugiere que las dos medidas podrían estar captando diferentes aspectos o experiencias de aislamiento. Las personas que fueron identificadas como solitarias solo por la pregunta única (Center for Epidemiologic Studies Depression Scale) tenían puntuaciones más bajas en la función cognitiva y niveles más altos de síntomas depresivos en comparación con aquellos identificados como solitarios solo por la escala de tres ítems.

Cuando los investigadores examinaron la relación entre aislamiento y la función cognitiva por separado para cada grupo racial y étnico, los resultados fueron aún más matizados. La asociación negativa entre sentirse solo (pregunta única) y la función cognitiva no difirió significativamente entre los grupos. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, la escala de soledad de tres ítems mostró un patrón diferente. No estaba relacionada con la función cognitiva para los participantes blancos o negros, pero sí estaba relacionada con una mejor función cognitiva para los participantes latinos.

El estudio tiene algunas limitaciones. Debido a que los datos se recopilaron en un solo momento, es imposible decir si la soledad causa un declive en la función cognitiva, o si es al revés. Además, los tamaños de muestra para los participantes negros y latinos fueron menores que para los participantes blancos, lo que podría limitar la capacidad de detectar ciertos efectos.

Conclusiones

Los investigadores sugieren que los estudios futuros deberían investigar cómo diferentes dimensiones del aislamiento, como su duración e intensidad, se relacionan con la función cognitiva. También es importante explorar cómo los factores culturales y las experiencias de discriminación podrían influir en la relación entre la soledad y la salud cognitiva, particularmente para los grupos minoritarios.

Fuentes y recursos de información

Camacho, D., Pacheco, K., Moxley, J., Aranda, M., Reid, M., & Wethington, E. (2024). Loneliness and global cognitive functioning in racially and ethnically diverse US midlife and older adults. Frontiers in Psychology, 15. DOI: 10.3389/fpsyg.2024.1344044