La búsqueda de la belleza está creando un mundo neurótico y enfermizo.
Hace ya tiempo que se dejo de lado la belleza natural de cada persona, para crear un ideal estandarizado y artificial, antinatural y fuera de toda lógica.
Hace tiempo que las arrugas, la celulitis, los kilos de más y las impurezas no son bienvenidas en nuestros cuerpos y en esa búsqueda de la belleza creada, ¡qué aberraciones se están cometiendo!
¡El fin está claro! frenar el envejecimiento y sus formas, detener el tiempo iniciando una carrera de fondo en dirección contraria y en esa carrera, cabe todo, desde operaciones de cirugía estéticas estrambóticas, como las operaciones quirúrgicas que realizan las japonesas en sus ojos rasgados para conseguir unos ojos occidentalizados, hasta las extracciones de costillas flotantes para definir el tronco.
La supremacía de la belleza, está dejando en un segundo plano la salud, ¡da igual sufrir si una va guapa!. Ya lo decían nuestras madres con aquello de... "¡para estar guapa hay que sufrir!", y demasiado ha calado ese mensaje.
Los problemas alimenticios como la bulimia y la anorexia, rozan cifras epidémicas actualmente, los mensajes publicitarios, los cuerpos esbeltos y perfectos, crean huella.
El ideal de belleza demencial e insano se toma como normal y asequible, y en esa búsqueda, uno se pierde en un bucle infinito donde no hay fin y no existen límites.
Por las pasarelas de moda desfilan mujeres cada vez más esqueléticas, cuerpos infantilizados que exaltan lo que se ha hecho llamar "ideal de belleza actual", ¿falta carne en las modelos que vemos en las pasarelas y en los anuncios publicitarios?
¡Mucho han cambiado las cosas desde que Rubens, en el Siglo XVII, pintara a sus tres gracias, como mujeres lozanas con sus kilos cantantes y sonantes!
La sociedad vincula el éxito a la delgadez, y la delgadez, a la belleza natural de las mujeres. Pero esto es, claramente, una falacia, un despropósito que aleja la salud para servir a los valores de éxito y competitividad que tan en auge están en una sociedad.
Estudios de psicología social demuestran que una cara bonita tiene más posibilidades de lograr un puesto de trabajo que alguien no tan agraciado, más allá de las capacidades intelectuales, la experiencia o la formación de la persona.
Importa lo externo, lo que se muestra a la galería en detrimento del mundo interior de cada uno y en ese camino, cada vez la sociedad se vuelve más superficial y estereotipada. En las conversaciones, en los objetivos, en los valores, en los hobbies.
Este texto solo nos puede llevar a una reflexión de la cual no estamos exentas, ¿qué papel marca la búsqueda de una belleza artificial en nuestras vida? Y la pregunta que, desde mi punto de vista, será más importante a tener en cuenta... ¿cuánto dejo de ser yo misma y dejo mi propia naturaleza, intentando ser quién no soy?