Un nuevo estudio publicado en la revista Sleep Advances arroja luz sobre la intrincada red de factores conductuales y sociales que influyen en los patrones de sueño de los adolescentes, especialmente entre los jóvenes hispanos. La investigación, liderada por Wallace y su equipo, y basada en datos del extenso estudio en curso Adolescent Brain Cognitive Development (ABCD), reveló que los adolescentes hispanos tienden a acostarse más tarde, presentan mayor desalineación entre sus horarios de sueño durante la semana y los fines de semana, y duermen ligeramente menos durante las noches escolares en comparación con sus compañeros no hispanos.
El sueño interrumpido en adolescentes hispanos
El equipo de Wallace condujo esta investigación para comprender mejor por qué algunos adolescentes experimentan un sueño más interrumpido o retrasado que otros. Estudios previos han demostrado que los adolescentes, en general, duermen menos de lo recomendado, y que la mala calidad del sueño durante la adolescencia puede afectar la salud mental, el rendimiento académico y el desarrollo físico.
Sin embargo, los jóvenes hispanos pueden enfrentar desafíos únicos relacionados con el sueño que no han sido completamente explorados. Tradiciones culturales en torno a la cafeína, diferentes hábitos de uso de pantallas y distintos niveles de estrés o apoyo social podrían contribuir a estas diferencias. El equipo buscó examinar cómo estos factores interactúan y si ayudan a explicar las disparidades en los horarios y la duración del sueño entre adolescentes hispanos y no hispanos.
Para investigar estas preguntas, Wallace y colaboradores analizaron datos de más de 2,700 adolescentes de entre 10 y 12 años. El conjunto de datos provino del estudio ABCD, representativo a nivel nacional, que incluye información sobre sueño, comportamiento, salud mental y entorno. Los participantes proporcionaron autoinformes sobre su consumo de cafeína, el tiempo que pasaban frente a las pantallas durante la semana y los fines de semana, y sus percepciones sobre su entorno escolar y sus relaciones con sus compañeros.
Además, los padres informaron sobre los síntomas de depresión, ansiedad y estrés de sus hijos. Los hábitos de sueño se midieron utilizando un cuestionario estandarizado que estima el cronotipo (preferencia de sueño), el desfase social (la diferencia entre los horarios de sueño durante la semana y los fines de semana) y la duración del sueño durante la semana.
Horarios de sueño y desfase social
El equipo de Wallace encontró varias diferencias estadísticamente significativas entre los adolescentes hispanos y no hispanos. Los jóvenes hispanos informaron que se acostaban y se despertaban más tarde, con un cambio moderado en su punto medio de sueño preferido. También experimentaron un mayor desfase social, lo que significa que la diferencia entre sus horarios de sueño durante los días escolares y los fines de semana era mayor. En promedio, dormían ligeramente menos durante la semana escolar. Estas diferencias persistieron incluso después de tener en cuenta la edad, el género y los ingresos.
Cafeína y pantallas
Los investigadores también observaron niveles más altos de consumo de cafeína entre los adolescentes hispanos, especialmente en forma de refrescos y café. Las tradiciones culturales, como beber café de olla en familia, pueden contribuir a una exposición temprana y más frecuente a la cafeína. Sin embargo, el consumo de cafeína, a pesar de ser más común en este grupo, no se relacionó con diferencias en los horarios o la duración del sueño en los modelos estadísticos. Este hallazgo contradice las suposiciones comunes sobre el impacto de la cafeína en el sueño y sugiere que otros factores pueden desempeñar un papel más importante.
Uno de los predictores más fuertes de horarios de sueño retrasados y un mayor desfase social fue el tiempo frente a las pantallas. Los adolescentes hispanos informaron un mayor uso de pantallas durante las tardes y noches de los días de semana y los fines de semana que sus compañeros no hispanos. En toda la muestra, un mayor tiempo frente a las pantallas por la noche se asoció consistentemente con un cronotipo más tardío y una mayor desalineación del sueño entre semana y fin de semana. El tiempo frente a las pantallas por la tarde durante la semana también se relacionó con una menor duración del sueño durante las noches escolares. Estos resultados sugieren que administrar cuándo los adolescentes usan las pantallas puede ser más importante que la cantidad total de tiempo frente a las pantallas cuando se trata de promover un mejor sueño.
El papel del estrés y las relaciones sociales
Los factores psicológicos y sociales también se vincularon con los resultados del sueño. Los adolescentes con niveles más altos de estrés percibido tendían a acostarse más tarde y tenían más desfase social. Curiosamente, los síntomas de depresión se relacionaron con horarios de sueño más tempranos y una mayor duración del sueño durante las noches escolares. Esto puede reflejar retraimiento social, fatiga o cambios en los patrones de actividad entre los adolescentes que experimentan síntomas depresivos. Los síntomas de ansiedad, en contraste, no se relacionaron significativamente con los horarios o la duración del sueño en este estudio.
Las conexiones sociales también parecieron moldear los patrones de sueño. Los adolescentes con redes de pares más fuertes y saludables tendían a tener un cronotipo más tardío y un mayor desfase social. Esto puede reflejar una socialización o mensajería de texto más frecuente por la noche, así como normas dentro de los grupos de pares que apoyan horarios de acostarse más tardíos. Si bien las redes de pares sólidas generalmente se consideran protectoras para la salud de los adolescentes, también pueden influir en comportamientos que retrasan el sueño.
El modelo estadístico utilizado en el estudio explicó aproximadamente el 13% de la variación en el cronotipo, el 10% en el desfase social y el 6% en la duración del sueño durante la semana. Estos números sugieren que, si bien los factores incluidos juegan un papel, muchas otras influencias (biológicas, ambientales o conductuales) también están en juego. Es importante destacar que el diseño del estudio no permite sacar conclusiones sobre causa y efecto. Los resultados muestran asociaciones entre variables, pero no prueban que el tiempo frente a las pantallas o el estrés, por ejemplo, cambien directamente los patrones de sueño.
El estudio también tiene varias limitaciones. La ingesta de cafeína se midió solo al comienzo del estudio, lo que puede no reflejar cómo cambia el consumo a medida que los adolescentes envejecen. La medida también se centró en el consumo máximo de cafeína en lugar de los patrones diarios típicos, lo que puede haber limitado su capacidad para detectar efectos sutiles en el sueño. Además, el momento de la recopilación de datos varió entre las variables, y algunas medidas se tomaron con años de diferencia, lo que dificulta la interpretación de cómo un factor podría influir en otro con el tiempo.
Otra limitación fue la imposibilidad de explorar completamente cómo estos patrones difieren entre otros grupos raciales y étnicos. Los intentos de crear modelos separados para cada grupo no tuvieron éxito debido a los pequeños tamaños de muestra y la inestabilidad estadística. Como resultado, los hallazgos pueden no generalizarse a todas las poblaciones, y futuros estudios con muestras más diversas serán importantes para aclarar si tendencias similares se mantienen en otras comunidades.
A pesar de estas limitaciones, el estudio se suma a un creciente cuerpo de investigación que destaca el papel de las influencias conductuales y ambientales en el sueño de los adolescentes. Los hallazgos sugieren que reducir el tiempo frente a las pantallas durante las tardes y los fines de semana podría ayudar a apoyar patrones de sueño más saludables, especialmente entre los adolescentes hispanos que pueden ser más propensos a participar en actividades digitales nocturnas. Ayudar a los adolescentes a controlar el estrés y apoyar relaciones positivas con sus compañeros también puede ser beneficioso, aunque el impacto de estos factores en el sueño es complejo y puede variar entre individuos.
Los autores del estudio señalan que las futuras investigaciones deberían seguir investigando cómo se desarrollan los comportamientos del sueño con el tiempo y cómo interactúan con otros aspectos de la vida adolescente. Los estudios longitudinales que rastreen el sueño, el uso de pantallas, el estrés y los factores sociales simultáneamente pueden ofrecer una visión más clara de cómo estas variables se influyen entre sí. A medida que los patrones de sueño de los adolescentes se desincronizan cada vez más con los ritmos circadianos naturales y las demandas sociales, comprender toda la gama de influencias será clave para desarrollar estrategias que promuevan un desarrollo más saludable para todos los jóvenes.
Fuentes y recursos de información
Wallace, A., Aguinaldo, L., Thomas, M., McCarthy, M., & Meruelo, A. (2025). Preliminary findings on caffeine intake, screen time, social factors, and psychological well-being: their impact on chronotype and sleep health in Hispanic adolescents. Sleep Advances, 6, (2). DOI: 10.1093/sleepadvances/zpaf019









