Más allá del número de horas frente a la pantalla, la relación que establecemos con el mundo virtual puede reflejar aspectos profundos de nuestra vida emocional. Aunque los videojuegos son un pasatiempo para millones de personas, el debate público a menudo se simplifica, centrándose en el riesgo de adicción sin explorar la complejidad que hay detrás de cada jugador.
En este contexto, una innovadora investigación publicada en la revista científica Addictive Behaviors propone una visión más completa. El estudio revela la existencia de cuatro perfiles psicológicos distintos de jugadores, identificados no por los juegos que eligen, sino por cómo gestionan sus emociones y por sus estilos de apego, es decir, los patrones que marcan la forma en que establecen vínculos con los demás. Este hallazgo nos invita a comprender que la experiencia de ser un "gamer" es mucho más diversa y personal de lo que comúnmente se piensa.
Basándose en datos recopilados de más de 5,000 jugadores a nivel mundial, la investigación, liderada por Castro y Neto, reveló que los perfiles "desregulados" y "relacionales" se asociaron con mayor malestar psicológico y patrones de apego inseguros, mientras que los perfiles "evasivos" y "comprometidos" se vincularon con la estabilidad emocional y relaciones más saludables con los videojuegos.
Investigadores afiliados al ISPA – Instituto Universitário y al APPsyCI Applied Psychology Research Center llevaron a cabo el estudio para comprender mejor los complejos factores que moldean el comportamiento de juego. Si bien los videojuegos son una forma popular de entretenimiento para personas de todas las edades, han crecido las preocupaciones sobre el potencial de juego excesivo o problemático, especialmente en individuos más jóvenes.
Según Castro y Neto, desafíos de salud mental, uso de sustancias, dificultades de apego y entornos sociales pueden contribuir a cómo los individuos se involucran con los videojuegos. Sin embargo, muchos estudios hasta la fecha se han centrado en aspectos limitados del juego, como el tiempo dedicado a jugar o los síntomas clínicos, sin considerar el contexto psicológico y social más amplio.
"Este estudio nació de un interés compartido en comprender la complejidad psicológica de los comportamientos de juego, particularmente en el contexto del Trastorno del Juego, pero también queríamos saber sobre comportamientos de juego no problemáticos," comentaron Castro y Neto.
Los autores explican que una de las principales motivaciones fue el deseo de integrar los factores psicológicos más relevantes (regulación emocional y motivación para jugar videojuegos) en perfiles, y luego comprender las diversas dimensiones, como los estilos de apego, la salud mental y las características del juego relacionadas con estos perfiles.
El objetivo final era obtener información que pudiera ayudar a los profesionales en su práctica clínica.
Desde una perspectiva personal, Castro señaló que esta necesidad se sintió fuertemente en su trabajo clínico, donde a menudo era difícil traducir la investigación en herramientas prácticas para evaluar y apoyar a sus clientes que eran jugadores con uso problemático.
Además, Castro y Neto se comprometieron a garantizar la inclusión, tanto en términos de los tipos de juegos jugados como de la diversidad de la población de jugadores. Estos son, hasta donde saben, los primeros perfiles psicológicos de jugadores que incluyen participantes no binarios, que son generalizables a todos los géneros de juegos y que se extraen de una muestra internacional que abarca 112 países.
Según los autores, esta amplitud les da a los perfiles un potencial sustancial para la relevancia clínica y cultural.
El estudio se enfocó particularmente en cómo la regulación emocional y las motivaciones para jugar varían entre los perfiles y cómo estos perfiles se relacionan con los factores de riesgo para el juego problemático.
Para realizar la investigación, Castro y Neto contaron con la participación de 5,255 individuos de entre 16 y 69 años, con una edad media aproximada de 25 años, provenientes de 112 países. La muestra estuvo compuesta por hombres (aproximadamente el 50%), mujeres (43%) y personas no binarias (9%).
Los datos fueron recopilados a través de un cuestionario en línea difundido en redes sociales y plataformas de juegos. Los participantes respondieron preguntas sobre:
- Sus hábitos de juego.
- Sus experiencias emocionales.
- Sus conexiones sociales.
- El consumo de sustancias.
- Sus patrones de apego.
Para identificar los perfiles psicológicos, los investigadores emplearon un enfoque estadístico centrado en la persona, que agrupa a los individuos basándose en similitudes entre múltiples variables. Se midió la regulación emocional utilizando una escala estandarizada que evalúa el control de impulsos, la conciencia emocional y la capacidad de actuar de manera dirigida a objetivos a pesar de la angustia.
También se evaluaron las motivaciones para jugar, como jugar por escapismo, identidad o conexión social. Además, se examinaron los estilos de apego (patrones de relación con los demás desarrollados en la infancia), así como los síntomas de salud mental autoinformados y el consumo de sustancias.
Los cuatro perfiles de jugadores identificados
El análisis llevado a cabo por Castro y Neto reveló cuatro perfiles distintos de jugadores:
- Perfil evasivo: Los individuos en este grupo eran generalmente mayores y reportaron bajos niveles de malestar psicológico. Mostraron patrones de apego seguros y una preferencia por las interacciones sociales fuera de línea. Sus motivaciones para jugar se centraron en la exploración personal, la autonomía y la recreación en lugar de la conexión social. Este perfil también se asoció con niveles más bajos de consumo de sustancias y un uso mínimo de las redes sociales para la comunicación relacionada con los juegos.
- Perfil comprometido: Este fue el grupo más grande e incluyó a jugadores con buena regulación emocional y apego seguro. Al igual que el grupo evasivo, mostraron bajo malestar psicológico y poco consumo de sustancias. Sin embargo, estaban más integrados socialmente en las comunidades de juegos y utilizaban plataformas como Discord, Twitch e Instagram para conectarse con otros. El juego en teléfonos inteligentes era común en este grupo. Si bien no solían jugar juegos en línea con otros, mantenían fuertes redes sociales fuera de línea.
- Perfil relacional: Los miembros de este grupo mostraron dificultades en la regulación emocional y niveles más altos de evitación del apego. Eran más propensos a jugar juegos para la conexión social y el refuerzo de la identidad, pero tenían menos interacciones sociales fuera de línea. Aunque experimentaron algunas deficiencias funcionales y mostraron comportamientos de mayor riesgo, como el uso de alucinógenos, no informaron altos niveles de malestar psicológico manifiesto. Sus preferencias de juego se inclinaron hacia experiencias inmersivas y socialmente impulsadas, y con frecuencia utilizaban plataformas como Steam y Twitch.
- Perfil desregulado: Este grupo estaba compuesto por jugadores más jóvenes que reportaron los niveles más altos de malestar emocional y mostraron dificultades en todas las áreas de la regulación emocional. Tenían ansiedad de apego y evitación, lo que indica importantes dificultades interpersonales. Eran más propensos a consumir tabaco y bebidas energéticas y mostraron signos de desregulación conductual, incluido el riesgo para sí mismos o para otros. Estos jugadores también pasaron más tiempo jugando solos o con amigos en línea y con frecuencia utilizaban múltiples plataformas de redes sociales para participar en comunidades de juegos. Este grupo tenía el mayor riesgo de desarrollar un trastorno del juego.
Los investigadores encontraron que estos perfiles fueron significativamente moldeados por la edad, la regulación emocional, los síntomas de salud mental y los patrones de interacción en línea y fuera de línea. El perfil desregulado destacó por su combinación de vulnerabilidades psicológicas e intensa participación con juegos en línea y plataformas sociales, lo que los investigadores sugieren que puede reflejar una estrategia de afrontamiento desadaptativa.
En contraste, los perfiles evasivos y comprometidos parecieron reflejar un uso más equilibrado y recreativo de los juegos, con fuertes redes de apoyo fuera de línea y menor angustia.
Según Castro y Neto, es importante destacar que el juego no problemático puede estar asociado con individuos que mantienen vínculos emocionales y relaciones sociales saludables. En contraste, el juego problemático puede surgir cuando los individuos experimentan dificultades relacionales, ya sea a través de un apego ansioso (temor al abandono) o patrones evasivos (distanciamiento de la intimidad).
"Para algunos, los juegos pueden convertirse en el medio preferido de interacción, especialmente cuando las conexiones cara a cara se sienten amenazantes o abrumadoras. En estos casos, el entorno de juego puede ofrecer una sensación de estructura, previsibilidad y una sensación de control, pero también puede reforzar la evitación y profundizar el aislamiento. Esto destaca la necesidad de enfoques de apoyo y matizados."
Si bien el perfil relacional compartió algunos factores de riesgo con el grupo desregulado, como dificultades emocionales y apego inseguro, no mostró el mismo nivel de síntomas psicológicos o consumo de sustancias. Los investigadores interpretan este grupo como selectivamente involucrado con los juegos de una manera que ofrece conexión social, posiblemente compensando los desafíos fuera de línea sin necesariamente cruzar a la disfunción.
Los investigadores también se sorprendieron al descubrir que en el perfil evasivo, "los jugadores preferían jugar solos (por ejemplo, juegos para un solo jugador) pero mostraban un apego seguro. También fue sorprendente la forma en que el perfil desregulado se asoció con dificultades relacionales, particularmente con estilos de apego inseguros tanto ansiosos como evasivos, así como con cierto consumo de sustancias."
Castro y Neto reconocen que el estudio presenta varias fortalezas, incluido su tamaño de muestra diverso y el uso de medidas psicológicas bien validadas. Sin embargo, advierten que los hallazgos se basan en datos transversales, lo que limita su capacidad para sacar conclusiones sobre causa y efecto. Por ejemplo, no está claro si la desregulación emocional conduce a un juego problemático, o si el juego excesivo empeora las dificultades emocionales.
Son necesarios estudios longitudinales para rastrear cómo estos perfiles se desarrollan y cambian con el tiempo.
Los investigadores también señalan que la naturaleza de autoinforme del estudio podría introducir sesgos, ya que los participantes pueden subestimar la angustia o sobreestimar su participación social. Además, el estudio no analizó géneros o contenidos de juegos específicos, lo que podría influir en las motivaciones y los impactos psicológicos.
Su objetivo a largo plazo es proporcionar herramientas para que los clínicos y los responsables políticos reconozcan diversos comportamientos de juego y ofrezcan intervenciones personalizadas. También esperan que los hallazgos puedan contribuir a estrategias más inclusivas para promover hábitos de juego saludables.
Los investigadores están finalizando un estudio longitudinal que sigue estos perfiles a lo largo del tiempo, lo que les permitirá sacar inferencias más sólidas y examinar cómo los comportamientos de juego evolucionan en relación con las variables psicológicas. Su objetivo a largo plazo es apoyar a los clínicos con herramientas basadas en evidencia que puedan informar la evaluación y la intervención.
Esto incluye el desarrollo de orientación basada en perfiles para enfoques personalizados. También esperan que este trabajo pueda ser el comienzo de estudios que ayuden a dar forma a las políticas y las estrategias de salud pública, respetando la complejidad del comportamiento de juego con inclusión.
Castro y Neto concluyen agradeciendo a todos los participantes que contribuyeron a este estudio, y al ISPA y al APPSYCI Research Center. "Trabajar juntos ha sido un proceso profundamente enriquecedor, combinando la investigación y el pensamiento clínico". Esperan que este estudio agregue valor tanto a la comunidad científica como a las personas a las que pretende apoyar.
Fuentes y recursos de información
Castro, C. M., & Neto, D. D. (2025). Profiling gamers: The role of mental health, attachment and social factors in gaming behaviors. Addictive Behaviors, 169, 108390–108390. DOI: 10.1016/j.addbeh.2025.108390









