Investigaciones recientes en neuroimagen han revelado que diferentes tipos de amor activan regiones cerebrales específicas. Este hallazgo sugiere que nuestras conexiones emocionales están moldeadas por vías neuronales únicas.
El estudio publicado en Cerebral Cortex ha profundizado en cómo el cerebro procesa seis tipos distintos de amor: el amor romántico, el amor filial, el amor fraterno (amigos), el amor universal (extraños), el amor hacia las mascotas y el amor hacia la naturaleza.
Utilizando resonancia magnética funcional (fMRI), los investigadores examinaron la actividad neuronal provocada por la experiencia de estos seis tipos de amor. Los resultados mostraron que la respuesta cerebral varía según el tipo de relación, destacando las diferentes vías neuronales activadas por cada forma de afecto.
Más allá del amor romántico y maternal
Si bien estudios previos han establecido una estrecha relación entre el amor romántico y materno con ciertas regiones cerebrales –como las implicadas en la recompensa y el apego–, se sabe menos acerca de otras formas de amor. El amor por los amigos, las mascotas o la naturaleza podría implicar diferentes mecanismos cerebrales.
Este estudio, al ampliar el enfoque a múltiples tipos de amor, buscaba descubrir si todas las formas de amor comparten bases neuronales comunes o si, por el contrario, se involucran redes cerebrales distintas dependiendo del objeto de afecto.
Los investigadores también querían explorar si la intensidad del amor por diferentes objetos (amigos versus extraños, por ejemplo) se refleja en activaciones cerebrales específicas. Esto podría ayudar a explicar por qué algunas formas de amor se sienten más poderosas o emocionalmente cargadas que otras, contribuyendo a teorías más amplias sobre el apego y la afiliación humana.
Como afirma Pärttyli Rinne, autora principal del estudio del Laboratorio de Cerebro y Mente de la Universidad Aalto: "El amor es uno de los fenómenos humanos más significativos, tanto personal como culturalmente. Sin embargo, es un tema poco estudiado dentro de la comunidad científica. Considerando la ubicuidad de fenómenos sociales negativos como el odio, la violencia y las guerras, el amor también es un concepto pobremente comprendido por la comunidad humana global."
Un acercamiento multifacético al estudio del amor
Para el estudio, se reclutaron 55 adultos sanos (29 mujeres y 26 hombres, entre 28 y 53 años) que reportaban tener relaciones amorosas, al menos un hijo, y 27 eran dueños de mascotas. Los participantes escucharon breves relatos de audio pregrabados diseñados para evocar sentimientos de amor hacia los diferentes objetos de estudio.
Cada historia describió una situación cotidiana que concluía con una afirmación emocional, como "Sientes amor por tu hij*o" o "*Amas la naturaleza". Para comparar, también se incluyeron historias neutras que describían actividades cotidianas, como sentarse en un autobús, donde no se esperaba una respuesta emocional fuerte.
Mientras los participantes escuchaban, su actividad cerebral se medía mediante fMRI, técnica que detecta cambios en el flujo sanguíneo a diferentes áreas del cerebro, ofreciendo información sobre las regiones más activas durante las tareas específicas. Tras escuchar cada historia, se les pedía a los participantes que imaginaran y se concentraran en las emociones evocadas.
Esto permitió observar la actividad cerebral tanto durante la narración como durante un período de inmersión mental en los sentimientos de amor. Además, se recopilaron datos conductuales, preguntando a los participantes la intensidad de las emociones descritas en cada historia y cuán similares eran estos sentimientos entre diferentes objetos de amor. Esto ayudó a vincular las experiencias emocionales subjetivas con la actividad cerebral observada.
Un mosaico de activaciones cerebrales
El estudio encontró que diferentes tipos de amor involucran regiones cerebrales compartidas y otras distintas. A nivel general, todos los tipos de amor activaron áreas asociadas con la cognición social, incluyendo la corteza prefrontal medial, la unión temporoparietal y el precúneo. Estas regiones participan en la comprensión de los pensamientos y emociones de otros (la llamada "teoría de la mente"). Esto sugiere que incluso cuando experimentamos amor por objetos no humanos, como la naturaleza, nuestro cerebro aún utiliza estas vías neuronales.
Sin embargo, la intensidad y la extensión de la activación cerebral difirieron significativamente según el tipo de amor. La activación más extensa y fuerte se produjo cuando los participantes experimentaron amor por sus parejas románticas e hijos. Estas formas de amor activaron el sistema de recompensa del cerebro, incluyendo áreas como el estriado y el tálamo, asociadas con el placer, la motivación y el refuerzo.
También se involucraron regiones subcorticales, incluyendo partes del tronco encefálico, asociadas con la excitación corporal y la regulación emocional, reforzando su intensa naturaleza emocional.
Por otro lado, el amor por los amigos y extraños activó el sistema de recompensa en menor medida. La activación seguía presente en regiones cerebrales clave relacionadas con la cognición social (corteza prefrontal y unión temporoparietal), pero no era tan fuerte ni extensa como en el amor romántico o parental. El amor por extraños, en particular, mostró la activación más débil tanto en las áreas relacionadas con la recompensa como en las regiones del tronco encefálico.
Esta disminución de la activación corresponde con los hallazgos conductuales, donde los participantes informaron que el amor por los extraños se sentía menos intenso, menos excitante y menos placentero que el amor por relaciones más cercanas.
La respuesta neuronal al amor por extraños se vinculó principalmente a regiones involucradas en la empatía y el altruismo, indicando que, si bien comparte algunas características con otras formas de amor, puede estar más alineado con sentimientos de compasión que con un apego emocional profundo.
Un vinculo especial por las mascotas
El amor por las mascotas mostró un patrón interesante. Para los participantes que eran dueños de mascotas, el amor por sus animales activó regiones relacionadas con el procesamiento de emociones, la empatía y la cognición social, similar al amor interpersonal. Específicamente, el precúneo y la corteza cingulada posterior (áreas a menudo asociadas con la conexión emocional y la reflexión) estaban más activadas en los dueños de mascotas en comparación con quienes no los tenían.
Esto sugiere que, para las personas con un fuerte apego a sus mascotas, la experiencia neuronal del amor por los animales puede parecerse mucho al amor por los humanos. Sin embargo, para los participantes sin mascotas, la activación neuronal fue más débil, indicando que las experiencias y relaciones personales pueden moldear cómo el cerebro responde al amor por diferentes objetos.
Finalmente, el amor por la naturaleza mostró un patrón único. A diferencia del amor interpersonal, activó regiones cerebrales involucradas en el procesamiento visual y espacial, como el giro parahipocampal (típicamente asociado con la apreciación de paisajes). Esto sugiere que el amor por la naturaleza podría implicar vías estéticas y sensoriales en el cerebro, en lugar de las redes sociales y emocionales involucradas en el amor por personas o mascotas.
Interesantemente, el amor por la naturaleza no activó áreas típicamente asociadas con la teoría de la mente, reforzando la idea de que esta forma de amor es fundamentalmente diferente del amor por los seres vivos. No obstante, sí activó algunas áreas relacionadas con la recompensa, indicando que la experiencia de la naturaleza puede evocar sentimientos de placer y satisfacción emocional, aunque a través de vías neuronales diferentes al amor interpersonal.
El poder de la imaginación y el amor
El estudio también exploró las diferencias en la activación cerebral entre la fase de narración (escucha de historias sobre el amor) y la fase de imaginería (inmersión en el sentimiento de amor). En todos los tipos de amor, la activación neuronal fue más fuerte durante la fase de narración, particularmente en regiones asociadas con el procesamiento auditivo y la comprensión narrativa.
Sin embargo, incluso durante la fase de imaginería, sin estímulos externos, se observó una activación significativa en las áreas cerebrales relacionadas con la cognición social y la recompensa. Esto sugiere que simplemente imaginar sentimientos de amor es suficiente para activar los sistemas emocionales y de recompensa del cerebro, aunque la activación es menos pronunciada que cuando esos sentimientos son provocados por estímulos externos.
Un camino hacia una comprensión más completa
El estudio, a pesar de su valiosa información, presenta algunas limitaciones. Una de ellas es la relativa homogeneidad de los participantes, todos viviendo en la misma área geográfica y compartiendo circunstancias vitales similares. Como señala Rinne: "Si bien nuestra cohorte de participantes es la más grande hasta la fecha en un estudio neurocientífico sobre el amor, la generalización de nuestros resultados está limitada por la demografía de nuestra muestra. El amor es un conjunto complejo y multifacético de fenómenos biológicamente arraigados y culturalmente modificados, y aún se requiere más investigación intercultural para comprender mejor cómo los factores culturales y demográficos influyen en los diversos sentimientos de amor y sus correlatos en el cerebro humano".
Los investigadores sugieren que futuros estudios deberían explorar la base neuronal del amor en diferentes culturas para ver si los hallazgos se mantienen en poblaciones diversas. También sería interesante examinar cómo el amor por objetos abstractos (naturaleza o seres espirituales) podría variar en diferentes contextos culturales.
Fuentes y recursos de información
Rinne, P., Lahnakoski, J. M., Heini Saarimäki, Mikke Tavast, Sams, M., & Henriksson, L. (2024). Six types of loves differentially recruit reward and social cognition brain areas. Cerebral Cortex, 34(8). DOI: 10.1093/cercor/bhae331