¿Qué es lo que realmente moldea nuestra visión fundamental del mundo? ¿Es acaso crecer en un entorno con dificultades económicas o en un vecindario considerado peligroso lo que determina si veremos la vida con optimismo o pesimismo al llegar a la adultez? Contrario a lo que muchos podríamos suponer, un nuevo y extenso estudio internacional ofrece una perspectiva sorprendente.
Todos desarrollamos ciertas "creencias primarias": nuestras suposiciones más básicas sobre si el mundo es, en esencia, un lugar seguro y bueno, o por el contrario, hostil y amenazante. Estas convicciones, a menudo profundamente arraigadas, son cruciales porque influyen en nuestra salud mental, nuestras decisiones y nuestro bienestar general. Sin embargo, entender qué experiencias tempranas las forjan ha sido un desafío.
Ahora, una investigación liderada por Jennifer E. Lansford y publicada en la prestigiosa revista Child Development revela que el afecto parental experimentado durante la infancia y la adolescencia emerge como el predictor más significativo de si los jóvenes adultos creerán que el mundo es un lugar bueno, seguro y atractivo. Sorprendentemente, otros factores como la crianza severa o las condiciones socioeconómicas adversas mostraron una influencia mucho menor.
Este hallazgo es particularmente relevante porque no solo cuestiona algunas ideas preconcebidas sobre el impacto directo de la adversidad temprana en nuestra perspectiva vital, sino que también subraya el profundo y duradero poder del vínculo afectivo con nuestros cuidadores. Sugiere que la calidad del cariño y el apoyo recibidos en casa podría ser un pilar fundamental para construir una visión del mundo más positiva y resiliente.
¿Qué son las creencias primarias sobre el mundo y por qué son importantes?
Las creencias primarias sobre el mundo, o "primarias", se refieren a las suposiciones centrales que las personas tienen acerca de la naturaleza general del mundo. Estas creencias – como si el mundo es seguro, abundante o está progresando – se cree que influyen en la salud mental, el comportamiento y el bienestar. Investigaciones anteriores han mostrado que las creencias primarias son estables a lo largo del tiempo y están estrechamente ligadas a la satisfacción con la vida y al ajuste psicológico. Sin embargo, los investigadores han batallado para identificar con precisión qué experiencias moldean estas creencias, especialmente durante la infancia.
El estudio, conducido por Lansford y su equipo, se propuso investigar si las primeras experiencias de vida – incluyendo dificultades económicas, vecindarios peligrosos y diversas prácticas de crianza – predicen las creencias primarias sobre el mundo en la adultez temprana. Los investigadores estaban particularmente interesados en probar suposiciones ampliamente sostenidas: que las personas que crecen en la pobreza o en entornos inseguros verán el mundo como estéril o peligroso, y que la adversidad infantil, en general, moldea una visión pesimista del mundo.
"Las creencias de los adultos sobre el mundo están importantemente relacionadas con su salud mental, pero sabemos poco sobre cómo se desarrollan estas creencias. Nuestro objetivo era entender mejor cómo los adultos llegan a sostener estas creencias que son tan críticas para su funcionamiento en el mundo", afirmó la autora principal, Jennifer E. Lansford.
El equipo de investigación analizó datos de un extenso estudio longitudinal llamado "Parenting Across Cultures", que siguió a niños y sus familias en ocho países durante un lapso de 14 años. Estos países – Colombia, Italia, Jordania, Kenia, Filipinas, Suecia, Tailandia y Estados Unidos – fueron seleccionados por su diversidad en religión, ingresos, valores culturales y condiciones sociales.
La muestra incluyó a 1,215 participantes (50% niñas) que fueron evaluados inicialmente alrededor de los 8 años y luego seguidos hasta los 22. En múltiples momentos durante la infancia y la adolescencia, padres e hijos informaron sobre una variedad de experiencias, incluyendo la seguridad del vecindario, los ingresos familiares y las prácticas de crianza como el afecto, la disciplina severa, el control psicológico y la concesión de autonomía. A los 22 años, los participantes originales completaron un cuestionario que medía sus creencias primarias sobre el mundo.
El rol crucial del afecto parental
Los resultados revelaron un patrón sorprendente: entre los muchos factores de la infancia estudiados, el afecto parental destacó como el único predictor significativo de varias creencias primarias positivas. Específicamente, los niños que experimentaron más afecto por parte de sus padres – definido por expresiones de cariño, aceptación y apoyo – fueron más propensos a creer, como jóvenes adultos, que el mundo es Bueno, Seguro y Atractivo.
"Encontramos que el afecto parental, que implica que los padres hagan sentir a sus hijos amados y aceptados, se relacionó años más tarde con la creencia de los jóvenes adultos de que el mundo es seguro (en lugar de peligroso) y atractivo (lleno de cosas hermosas y maravillosas, en lugar de aburrido)", explicó Lansford.
Estas asociaciones se mantuvieron significativas después de tener en cuenta otros factores, como el género y la cultura. En contraste, la peligrosidad del vecindario, el estatus socioeconómico, la crianza severa, el control psicológico y la concesión de autonomía parental tuvieron poco o ningún valor predictivo para las creencias primarias en la adultez temprana. Incluso una disminución en los ingresos familiares con el tiempo no estuvo relacionada con las creencias sobre si el mundo está progresando.
"Nos sorprendió que algunas experiencias en la infancia no fueran directamente predictivas de las creencias de los jóvenes adultos sobre el mundo", dijo Lansford. "Por ejemplo, los niños que crecieron en vecindarios más peligrosos no necesariamente crecieron creyendo que el mundo es peligroso".
Un hallazgo adicional fue una diferencia de género: las mujeres fueron ligeramente menos propensas que los hombres a sostener la creencia de que el mundo es abundante, aunque esto no fue un foco del estudio.
Los investigadores enfatizaron que sus resultados desafían las suposiciones populares sobre cómo las experiencias de vida moldean la visión del mundo de una persona. Aunque muchas personas, incluyendo científicos del desarrollo, creen que las dificultades o los privilegios informan directamente si las personas ven el mundo como peligroso o abundante, este estudio encontró poca evidencia de tal conexión.
Creencias primarias: ¿esquemas mentales estables?
En cambio, los hallazgos sugieren que las creencias primarias no son simples reflejos de las condiciones materiales. Los investigadores argumentan que las creencias primarias pueden funcionar más como marcos mentales estables – similares a esquemas o creencias implícitas – que ayudan a las personas a interpretar sus experiencias. Esto podría significar que cuando las personas encuentran eventos que contradicen sus creencias primarias existentes, tienden a interpretarlos o incluso ignorarlos de maneras que preservan sus creencias previas.
Esto tiene implicaciones tanto para el bienestar como para el comportamiento. Las personas que ven el mundo como seguro o atractivo pueden beneficiarse de más apertura y optimismo, aunque esto también podría llevarlas a subestimar los peligros reales. Los investigadores señalan que muchos padres, especialmente aquellos en entornos de alto riesgo, pueden inculcar intencionalmente una creencia de que el mundo es peligroso en un esfuerzo por mantener a sus hijos seguros. Sin embargo, esta creencia está ligada a peores resultados de salud mental, incluyendo la depresión y una menor satisfacción con la vida.
El estudio, liderado por Jennifer E. Lansford, presenta fortalezas significativas. Utilizó un diseño longitudinal prospectivo, midiendo las experiencias durante la infancia a medida que sucedían y evaluando los resultados más de una década después. También incluyó una muestra internacional diversa, lo que permitió a los investigadores examinar tanto patrones dentro de la cultura como entre culturas. La mayor parte de la variación en las creencias primarias se encontró dentro de los países, no entre ellos, lo que destaca la importancia de las experiencias individuales sobre los promedios nacionales o culturales.
Sin embargo, también hubo limitaciones. La muestra no fue representativa a nivel nacional, por lo que los hallazgos pueden no aplicarse a todas las poblaciones. Además, si bien el estudio midió la crianza y los factores ambientales a partir de los 8 años, es posible que algunas creencias primarias ya se estuvieran formando antes de esta edad. Y como con todos los estudios observacionales, no se puede establecer la causalidad.
En conclusión, este importante estudio longitudinal y transcultural subraya una verdad fundamental: el afecto y el apoyo parental durante los años formativos son predictores mucho más potentes de una visión positiva del mundo en la adultez temprana que factores como las dificultades económicas o la peligrosidad del entorno. Los hallazgos, obtenidos a través de un riguroso seguimiento de más de una década en diversas culturas, desafían la creencia común de que la adversidad material moldea directamente nuestras "creencias primarias" sobre si el mundo es bueno o seguro.
En cambio, esta investigación sugiere que estas convicciones profundas – que influyen significativamente en nuestra salud mental y bienestar – podrían ser marcos mentales más estables, nutridos principalmente por la calidez y aceptación experimentadas en las relaciones tempranas. Si bien la investigación futura buscará profundizar en cómo y cuándo exactamente se desarrollan estas creencias durante la infancia y adolescencia, y explorar más a fondo las dinámicas causales, el mensaje central es claro: invertir en vínculos afectivos seguros y cariñosos durante la crianza podría ser una de las claves más importantes para fomentar adultos que perciban el mundo como un lugar fundamentalmente bueno, seguro y lleno de posibilidades.
Fuentes y recursos de información
Lansford, J., Gorla, L., et al. (2025). Predictors of Young Adults' Primal World Beliefs in Eight Countries. Child Development. DOI: 10.1111/cdev.14233









