Que las ciudades exacerban los problemas mentales es ampliamente conocido, aunque generalmente se desconoce el por qué. De esta forma, vivir en una urbe aumenta significativamente las posibilidades de padecer enfermedades como la depresión, la ansiedad o la esquizofrenia. Así, aunque todavía no existe una explicación clara sobre este fenómeno, los expertos apuntan a variables tales como el estrés, la falta de apoyo social o el mayor consumo de drogas. Por ello, algunos gabinetes como el gabinete IPSIA Psicología se han especializado en problemas de psicología urbana con la incorporación de nuevas terapias orientadas a estos problemas.
Ciudades y salud mental
Según datos del Instituto Universitario de Salud Mental Douglas de Montreal en Canadá, el hecho de vivir en una urbe incrementa en más de un 20% las posibilidades de sufrir un trastorno de ansiedad, depresión o esquizofrenia. De hecho, si se compara la actividad cerebral de personas que viven en áreas rurales con la actividad cerebral de personas que viven en la ciudad, se puede apreciar cómo el cerebro de las personas que residen en urbes reacciona más en situaciones de estrés que el de las personas que viven en el rural. Aunque las primeras evidencias de que los habitantes de las ciudades padecen más problemas psicológicos que los del campo se produjeron en los años cuarenta, por el momento los especialistas todavía no han dado con el elemento clave.
Otro estudio interesante es el realizado por la Universidad de Lund en el año 2004. En él se realizó un seguimiento de todas las personas suecas, de entre 25 y 64 años, que habían tenido un ingreso hospitalario por psicosis o depresión. Los datos obtenidos fueron significativos, puesto que la incidencia aumentaba con el grado de urbanización de las personas. Según datos de este estudio, los habitantes de las áreas más densamente pobladas tenían un riesgo de entre un 68% y un 77% mayor de desarrollar psicosis y entre un 12% y un 20% mayor de desarrollar depresión.
No obstante, el tipo de ciudad y la densidad de población también son variables que afectan considerablemente a la salud mental de las personas. Por ello, no es lo mismo vivir en una ciudad industrial que en una urbe repleta de zonas verdes, contar con apoyo social o tener un día a día sumamente estresante.
Los efectos post-pandemia en la salud mental
La pandemia ocasionada por la Covid-19 ha tenido efectos negativos en la salud mental de la población. En la mayoría de los casos, se trata de problemas transitorios que se han producido como reacciones a una situación nueva y difícilmente controlable. No obstante, en otros casos, la salud mental de las personas se ha visto afectada a largo plazo, por lo que han tenido que acudir a algún especialista.
Uno de los trastornos más comunes derivados de la pandemia ha sido el estrés post-traumático que puede ocasionar insomnio, pesadillas, miedo o angustia, entre otras manifestaciones. El estrés post-traumático es una reacción del organismo frente a una situación estresante que se prolonga a lo largo del tiempo y provoca la acumulación de elevados niveles de estrés. Por lo general, cuanto más larga sea la situación estresante, más alteraciones se producirán en el estado de ánimo.
La ansiedad ha sido otro de los trastornos que más ha crecido a raíz de la pandemia y el confinamiento. Generalmente, se manifiesta a través de palpitaciones, opresión, miedo, desconfianza o deambulación. La ansiedad puede estar provocada por alguna situación pasada, por algo que está sucediendo en el momento o por las incertidumbres sobre el futuro.
Además, debido a la pandemia y el confinamiento, también ha aumentado significativamente la incidencia de la depresión, de las adicciones y de las manías, tics y aprensiones. Asimismo, muchas personas también han tenido que atravesar duros duelos, debido a la pérdida de algún ser querido.
La efectividad de las nuevas terapias
Una de las terapias que se están introduciendo en el campo de la psicología con efectividad es el neurofeedback. Este tratamiento provoca un entrenamiento en la actividad eléctrica del cerebro con el objetivo de autorregularse, para así reforzar la actividad cerebral saludable.
Igualmente, la Terapia de Aceptación y Compromiso, ACT, también es otra de las nuevas terapias, que mejoran las tradicionales terapias cognitivo-conductuales a partir de los nuevos descubrimientos producidos. La ACT se centra en enseñar a los pacientes habilidades personales orientadas a afrontar los malestares, haciéndoles sitio para alcanzar la vida que queremos vivir.
El mindfulness también es una terapia relativamente reciente en Occidente que se ha ido implementando en el campo de la psicología. El mindfulness es la capacidad de atención y conciencia plena, entendida como una presencia atenta y reflexiva sobre lo que sucede en el momento presente. Por ello, el mindfulness está orientado a aceptar y vivir todos los procesos por los que pasamos, sin intentar evitarlos o controlarlos.