¿Has tenido alguna vez la sensación de ser un absoluto adicto a las redes sociales, y no poder parar de entrar en ellas una y otra vez?
¿Te genera angustia quedarte sin batería en tu smartphone o no tener cobertura para seguir conectado?
La necesidad de estar conectado continuamente a Internet está aumentando en los últimos años, sobretodo entre los más jóvenes, generando los efectos psicológicos de los que hablaremos en este artículo.
Imagina que esta noche, al llegar a casa y abrir Facebook, la primera noticia que encuentras en tu muro es una foto de tres amigos tomando unas cervezas en un bar cercano a tu casa.
¿Cuál es el primer pensamiento que te asalta?
¿Cómo te sientes en ese momento?
¿Te preocupas porque tu amigo no se ha dignado a avisarte, o lo dejas pasar sin darle más importancia?
Si te ha sucedido alguna vez – ¡y es extraño que no haya sido así!- podrás recordar lo que sentiste en ese momento.
Si te ha asaltado el miedo a estar perdiéndote algo, has sucumbido a lo que los investigadores han llamado síndrome FOMO (Fear Of Missing Out). La mayor incidencia está entre los jóvenes de 18 a 33 años y el miedo más representativo es la exclusión de su grupo de iguales.
Los investigadores han realizado un cuestionario FOMO para medir el nivel de miedo y preocupación de las personas que padecen este síndrome. En el cuestionario se contabilizan las horas de acceso a las redes sociales y el grado de preocupación que sienten al observar las vidas y los planes del resto de amigos.
La preocupación a que los otros puedan estar disfrutando y pasándoselo bien sin ellos puede generar sentimientos de inferioridad y depresión.
También, puede generar una serie de conductas por parte de la persona para sentirse aprobada y aceptada, como estar más presente en las redes sociales, compartir su vida y así dar la sensación al resto de sus amigos de que él o ella, también tienen vidas espléndidas.
Sin embargo, no deberíamos perder de vista que las redes sociales se han convertido en un escaparate de maravillosas apariencias, pero con un trasfondo cuestionable.
Parece que todos hacen kilómetros corriendo a las 7 de la mañana sin un ápice de esfuerzo, toman zumos verdes y después cafés y cupcakes en lugares maravillosos, con gente guapísima.
¿Has tenido alguna vez la sensación de que tu vida es un fracaso mientras el resto del mundo disfruta continuamente?
Es un sentimiento bastante normal y generalizado, ¡no te sientas un bicho raro! Cuando en una tarde de pleno agosto antes de irme a trabajar entro en Facebook, y veo las vacaciones de mis amigos en playas geniales, los gintonics y las fiestas que se están pegando, solo puedo sentirme abrumada, y preguntarme… ¿y yo qué?
Es esa sensación de que otros tienen vidas más interesantes, ricas y diversas que la tuya. Esa sensación inevitable de… “estoy desaprovechando mi vida”, ¿te ha sucedido alguna vez?
Sin embargo, este pensamiento es irreal y distorsionado. ¿Que no compartas tu vida en las redes quiere decir que no vivas experiencias emocionantes? Últimamente esto parece hacerse cada vez más real. La necesidad de que los demás vean, y aplaudan el propio estilo de vida se está convirtiendo en una tendencia diaria entre miles de jóvenes que luchan y persiguen sentirse populares entre los suyos.
¡Pero no deberíamos equivocarnos! El mundo online es un teatro impostado, donde la gente solo muestra la parte amable de la vida. ¿Quién comparte con los demás los días grises de soledad, tristeza o desconexión?
Lo más curiosos y paradójico de todo es que cuanto más conectados estamos, más solos nos sentimos. Cuanto más sabemos de la vida del amigo de Facebook, menos sabemos. Lo que se ve en las redes sociales es una realidad a medias, distorsionada y en parte, edulcorada.
La modelo Essena O’Neill realizó una importante crítica a las redes sociales, declarando que no son la vida real. A sus 18 años, su fama se extendía a más de 700 mil seguidores en Instagram.
O’ Neill afirma que nunca utilizó las redes como algo real, subiendo fotografías forzadas o buscadas, dejando de lado la espontaneidad. En algunas de sus fotografías más famosas, cuenta la realidad detrás de ellas; un día entero sin comer para que el abdomen saliera perfecto, realizar una misma foto más de 50 veces para que fuera perfecta o sonreír plenamente en uno de los días más tristes de su vida.
Las redes sociales, bien utilizadas, son una fuente de información útil e infinita. Sin embargo, la línea entre hacer un uso moderado de las mismas, y caer en la necesidad de aprobación y validación es fina y a veces, difícil de salvar.