¿Vivir en las montañas altera tu capacidad para sentir alegría?

La exposición prolongada a gran altitud puede ralentizar el reconocimiento facial y modificar el procesamiento emocional en el cerebro.

La vida en altitudes elevadas podría alterar el procesamiento cerebral de las emociones
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Una investigación de Cai y colaboradores, publicada en la revista Neuroscience, revela que la exposición prolongada a condiciones de gran altitud puede enlentecer el reconocimiento facial y modificar el procesamiento emocional en el cerebro.

La investigación comparó adultos jóvenes residentes en zonas de gran altitud con aquellos que vivían a menor altitud, encontrando que el grupo de gran altitud tardaba más en reconocer rostros con emociones y presentaba cambios distintivos en su actividad cerebral.

Vínculo entre la altitud y la salud mental

La residencia a largo plazo en entornos de gran altitud se ha asociado con una mayor incidencia de problemas de salud mental, como ansiedad y depresión. Estadísticas revelan que la depresión es significativamente más común en regiones de gran altitud en comparación con áreas más bajas.

Investigaciones centradas en personas que migran o trabajan en lugares de gran altitud, como el Tíbet o el Himalaya, han demostrado consistentemente que los niveles reducidos de oxígeno en estas elevaciones pueden impactar negativamente el bienestar emocional. El traslado a regiones de gran altitud se ha asociado con un aumento en las probabilidades de experimentar depresión, ansiedad e incluso ideas suicidas.

Depresión y patrones de pensamiento negativos

Se sabe que la depresión está estrechamente relacionada con patrones negativos en la forma en que pensamos y procesamos la información. Existe una fuerte conexión entre la depresión y una tendencia hacia el pensamiento negativo, la fijación en pensamientos negativos y la dificultad para controlar comportamientos impulsivos.

Esta relación se ha observado en soldados estacionados en áreas de gran altitud; aquellos con peor salud mental tienden a exhibir sesgos negativos más fuertes en su pensamiento. Este sesgo de pensamiento negativo también puede influir en cómo percibimos las expresiones faciales, lo cual es importante para las interacciones sociales.

Por ejemplo, las personas con depresión tienden a mostrar respuestas cerebrales más intensas a las expresiones faciales negativas y tardan más en desviar su atención de ellas. Los patrones de actividad cerebral, medidos a través de electroencefalografía, incluso pueden usarse para detectar la depresión en función de cómo reacciona el cerebro a los estímulos emocionales.

Efectos de la altitud en el reconocimiento facial

Investigaciones previas han indicado que la exposición a gran altitud afecta específicamente la capacidad de reconocer expresiones faciales. Se ha descubierto que las personas en altitudes elevadas tienen dificultades para identificar correctamente las expresiones de felicidad y son más propensas a identificar incorrectamente las expresiones neutrales como si mostraran alguna emoción, en comparación con las personas que viven al nivel del mar.

Sin embargo, no estaba claro cómo los cambios cerebrales causados por la reducción de oxígeno en altitudes elevadas contribuyen a estas dificultades en el reconocimiento emocional y, potencialmente, conducen a problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad.

Se entiende que la exposición prolongada a altitudes elevadas puede afectar el lóbulo frontal y otras áreas del cerebro, lo que lleva a una disminución de las capacidades cognitivas. Los niveles reducidos de oxígeno en altitudes elevadas pueden alterar la forma en que las células cerebrales utilizan la energía y pueden dañar su estructura y función, particularmente en áreas como los lóbulos frontal, parietal y temporal.

Dado que el procesamiento de las expresiones faciales depende en gran medida de la actividad del lóbulo frontal y la corteza visual, es plausible que las personas que viven en altitudes elevadas puedan tener capacidades reducidas de reconocimiento emocional en comparación con las que viven en altitudes más bajas.

Los investigadores plantearon la hipótesis de que estas deficiencias probablemente se reflejarían en patrones inusuales en los componentes de las ondas cerebrales relacionadas con el procesamiento facial. Específicamente, se centraron en dos componentes de las ondas cerebrales: P1, que se asocia con las primeras etapas de la percepción visual, y N170, que refleja la codificación estructural de las características faciales por parte del cerebro.

Comparación de grupos a diferentes altitudes

Para investigar estas preguntas, Cai y su equipo compararon dos grupos de estudiantes universitarios. Un grupo consistió en 22 estudiantes de la Universidad del Tíbet, ubicada a una gran altitud de 3.658 metros sobre el nivel del mar. Estos estudiantes habían crecido en altitudes más bajas y habían vivido en la universidad de gran altitud durante más de dos años después de alcanzar la edad adulta. El segundo grupo, que sirvió como comparación, estaba formado por 24 estudiantes de universidades de Beijing, una ciudad a baja altitud de 52 metros sobre el nivel del mar. Estos estudiantes nunca habían estado en una región de gran altitud.

Todos los participantes tenían visión normal o corregida, eran diestros, no tenían antecedentes de trastornos neurológicos o psiquiátricos, no tomaban drogas y mantenían estilos de vida regulares.

En la investigación de Cai y colaboradores se utilizó una tarea en la que se mostraban a los participantes imágenes de rostros que mostraban diferentes emociones: felicidad, ira y neutralidad. Estos rostros fueron seleccionados de un sistema estandarizado de expresiones faciales chinas. Se les pidió a los participantes que identificaran de forma rápida y precisa el género de la persona en cada imagen presionando un botón.

Mientras los participantes realizaban esta tarea, su actividad cerebral se registraba mediante electroencefalografía, una técnica que mide la actividad eléctrica del cerebro a través de sensores colocados en el cuero cabelludo. Este método permitió a los investigadores rastrear las ondas cerebrales asociadas con las diferentes etapas del procesamiento facial.

Los investigadores estaban particularmente interesados en dos componentes específicos de las ondas cerebrales: P1, que ocurre alrededor de 100 milisegundos después de ver un rostro, y N170, que ocurre alrededor de 170 milisegundos después de ver un rostro. Se sabe que estos componentes están relacionados con la atención visual temprana a los rostros y la codificación estructural de las características faciales, respectivamente.

Reconocimiento facial más lento en altitudes elevadas

Los resultados revelaron varias diferencias clave entre los grupos de gran altitud y de baja altitud. Si bien ambos grupos fueron igualmente precisos en la identificación del género de los rostros, el grupo de gran altitud fue más lento en sus tiempos de reacción en comparación con el grupo de baja altitud.

Esto sugiere que vivir en gran altitud ralentiza el proceso de reconocimiento de las características faciales, incluso si no afecta la precisión.

Los datos de las ondas cerebrales proporcionaron más información. Los investigadores encontraron que el grupo de gran altitud mostró amplitudes reducidas para los componentes de las ondas cerebrales P1 y N170 en comparación con el grupo de baja altitud.

Esto significa que la actividad cerebral asociada tanto con la atención visual temprana a los rostros (P1) como con la codificación estructural de las características faciales (N170) fue más débil en el grupo de gran altitud. Además, en el grupo de baja altitud, hubo un patrón típico de mayor actividad cerebral en el hemisferio derecho del cerebro durante las primeras etapas del procesamiento facial (componente P1). Esto se conoce como lateralización del hemisferio derecho.

Sin embargo, esta dominancia del hemisferio derecho estuvo ausente en el grupo de gran altitud, lo que sugiere que vivir en gran altitud altera la organización cerebral típica para el procesamiento facial.

Menor respuesta a las emociones positivas

Curiosamente, al examinar el componente N170 con más detalle, los investigadores encontraron una diferencia en la forma en que los dos grupos procesaban las emociones positivas. Por lo general, las personas muestran un sesgo positivo en su actividad cerebral al procesar rostros, particularmente rostros felices. Este sesgo se refleja en una respuesta N170 mayor a los rostros felices en comparación con los rostros neutrales.

El grupo de baja altitud mostró este sesgo positivo esperado. Sin embargo, este sesgo positivo se redujo significativamente en el grupo de gran altitud. En otras palabras, los cerebros de las personas en gran altitud no mostraron una respuesta positiva tan fuerte a los rostros felices en comparación con los rostros neutrales como los que viven en baja altitud.

Implicaciones de la exposición a gran altitud

Estos hallazgos sugieren que la exposición prolongada a los niveles reducidos de oxígeno en altitudes elevadas impacta tanto las etapas tempranas como las tardías del procesamiento facial. El componente P1 más débil indica que la gran altitud afecta la atención inicial y el procesamiento visual de los rostros. La desaparición de la lateralización del hemisferio derecho podría sugerir que el cerebro se adapta a la gran altitud reclutando ambos hemisferios de manera más equitativa, posiblemente debido a los limitados recursos cognitivos en condiciones hipóxicas.

La amplitud reducida de N170 sugiere que la codificación de las características faciales también se ve afectada por la gran altitud.

Lo que es más importante, la disminución del sesgo positivo en la respuesta N170 a los rostros felices puede proporcionar una explicación neuronal para el mayor riesgo de depresión en altitudes elevadas. Un sesgo positivo reducido podría significar que las personas en gran altitud son menos sensibles a las señales emocionales positivas, lo que podría contribuir a una perspectiva emocional más negativa y, potencialmente, aumentar la vulnerabilidad a la depresión.

Sin embargo, los investigadores reconocieron algunas limitaciones en su investigación. No midieron directamente los niveles de depresión o ansiedad en los participantes, por lo que el vínculo directo entre los cambios observados en la actividad cerebral y la depresión aún debe establecerse por completo.

El estudio también fue transversal, lo que significa que comparó grupos en un punto en lugar de seguir a las personas a lo largo del tiempo a medida que se mudaban a gran altitud. Investigaciones futuras deberían rastrear a las personas a lo largo de un periodo más prolongado para ver cómo cambia su procesamiento emocional después de mudarse a gran altitud.

Fuentes y recursos de información

Cai, Y., An, X., Dai, S., Ma, H., & Wang, Y. (2025). Long-term high altitude exposure reduces positive bias of facial recognition: Evidence from event-related potential. Neuroscience. DOI: 10.1016/j.neuroscience.2025.02.024