La disociación y sus síntomas
Las personas poseen mecanismos de defensa que les permiten detectar, analizar, procesar y actuar sobre la información que les brinda el medio que les rodea.
Cuando se produce un acontecimiento de amenaza para la persona, ésta modifica la energía que precisa para hacer frente a la situación problemática.
Si sucede la amenaza y no se le permite a la persona realizar una acción en dicha situación la conducta que adoptará será de inquietud, agitación y evitación.
Para enfrentarse ante una situación que conlleva riesgo o amenaza la persona puede adoptar tres formas de respuesta, las cuales son:
- Lucha
- Huida
- Congelación
La respuesta de lucha
consiste en realizar una acción para hacer frente a la situación de amenaza.
La respuesta de huida lleva a la persona a adoptar una conducta de evitación del acontecimiento, mientras que en la respuesta de congelación la persona intenta adoptar una conducta de lucha y huida llegando a producir un bloqueo persistente de energía ante esa situación.
Por lo que, la persona adopta una actitud proclive a la acción tanto en la primera como en la segunda respuesta.
Mientras que, en la tercera forma de respuesta la persona intenta adoptar una respuesta de lucha, aunque al mismo tiempo la persona intenta huir o proporcionar una respuesta pasiva.
La respuesta de congelación produce una puesta en marcha simultánea, tanto del Sistema Nervioso Simpático (SNS) como del Sistema Nervioso Parasimpático (SNPS), llegando a originarse un mecanismo de defensa que ayuda a la persona a desvincularse de la carga emocional que ocasiona el acontecimiento amenazante (Van der Hart, Steele y Nijenhuis, 2008).
Este mecanismo de defensa psicológico se denomina disociación y se caracteriza por la separación que la persona realiza respecto del suceso, permitiendo así preservarse de la gran carga emocional de éste.
El problema de la disociación surge cuando el suceso relacionado con el trauma ya no está presente y la persona sigue valiéndose de los mecanismos de disociación para enfrentarse a la carga emocional que le supone el trauma.
Por lo que estos mecanismos se transforman en patrones de respuesta rígidos del individuo ante cualquier tipo de emoción y suceso que le recuerde o esté relacionado al acontecimiento traumático (González, 2010).
Estos modelos de respuesta dificultan la integración de experiencias relacionadas con el trauma, produciendo una desconexión en el medio interno y externo de la persona.
La disociación provoca una separación en la integridad de las funciones de la memoria de recuerdos pasados, consciencia, identidad, percepción y sensación del ambiente.
Al producirse esta falta de cohesión, se advierte que las capacidades mentales de integración de la persona se muestran deficitarias, desarrollando síntomas positivos y negativos de disociación.
Estos síntomas se pueden producir de manera aislada o simultánea y se agrupan en psicomorfos (nivel mental) y somatomorfos (nivel corporal).
Los síntomas positivos surgen cuando el trauma no ha sido integrado en la personalidad del sujeto y engloban fracciones de procesos mentales y físicos.
Van der Hart et al. (2008) afirman que entre los síntomas psicomorfos (nivel mental) y los síntomas de la esquizofrenia existe una relación, en donde se contemplan pensamientos delirantes, deterioro en los afectos, inserción y extracción del pensamiento, alucinaciones auditivas, limitación del pensamiento crítico y pesadillas.
En las pesadillas se observa cómo la persona revive el trauma. Mientras que los síntomas somatomorfos (nivel corporal) vienen dados por sensaciones, percepciones y comportamientos de sufrimiento, crisis convulsivas e inactividad somática.
Los síntomas negativos se describen como deterioros y ausencias de las funciones y/o capacidades del individuo para evadir los recuerdos traumáticos (Van der Hart et al., 2008).
Por ejemplo, puede existir una alteración en la cualidad de regular el apego en una persona que ha sufrido un suceso traumático.
En los síntomas psicomorfos (nivel mental) se da una alteración en la función crítica de la persona, déficits en las capacidades, así como deterioros en la dimensión del foco atencional, concentración, planificación y de la memoria (amnesia).
Mientras que los síntomas somatomorfos (nivel corporal) producen una disminución tanto en las habilidades, sensaciones y capacidades motoras de la persona.
Por consiguiente, al no poder ser posible la integración de la información referente al trauma la respuesta de disociación causa una serie de alteraciones que se clasifican en síntomas positivos y síntomas negativos.
Los síntomas positivos se caracterizan por la desvinculación de las experiencias relacionadas con el trauma y la personalidad. Mientras que en los síntomas negativos encontramos alteraciones y ausencias de funciones mentales.
Sin embargo, tanto los síntomas positivos como negativos de la disociación afectan al ámbito familiar, social y profesional de la persona.