La hipersensibilidad fue acuñada como rasgo a finales del siglo pasado por la psicóloga Elaine Aron, quien haciendo una investigación sobre el concepto de introversión se topó con una serie de personas que parecían poseer algo diferente a lo que hasta ahora se había englobado dentro del mismo.
Si buscamos la definición acerca de la palabra hipersensibilidad son muchas las concepciones que aparecen variando de modo importante su significado.
Nos encontramos con concepciones que la envuelven de un matiz negativo como: “Tendencia de una persona a sentirse afectada en sus sentimientos por cosas que para los demás resultan poco importantes”, y que refleja un innatismo propio de la perspectiva médica que lo equipara a reacciones anormalmente fuertes del organismo.
El diccionario de la RAE la define como “cualidad de hipersensible”, presentado a esto como a una persona o cualidad “excesiva o exageradamente sensible”, que si bien no posee ninguna connotación propiamente negativa, la mente del lector es llamada a hacer una interpretación desventajosa y compasiva de aquel que siente en demasía.
Sin embargo, también existen definiciones más optimistas, y más realistas, que proporcionan un verdadero ajuste a lo que supone ser hipersensible , desde la asociación APASE (Asociación de Personas con Alta Sensibilidad de España) es propuesta como “un rasgo basado en un sistema neuro-sensorial más fino, más desarrollado y con una capacidad de acogida de información sensorial simultánea superior”.
No obstante, la autora Elaine Aron lo explica acogiéndose a varias directrices conceptuales. En primer lugar, se trata de un rasgo hereditario que se encuentra en el 15 o 20% de la población, es innato y también está presente en más de 100 especies animales (como en moscas de la fruta, pájaros, peces, perros y caballos).
En segundo lugar, implica una estrategia de supervivencia en la que primero se observa antes de actuar.
En tercer lugar, aporta mayor conciencia de sutilezas puesto que el cerebro de las personas altamente sensibles (pas) procesa la información de un modo distinto, más reflexivo y de una manera más profunda, lo que afecta directamente a la agudeza de los cinco sentidos.
Por último, estas personas poseen una alta emocionalidad acompañada de una gran intensidad expresiva ligada a la empatía.
Las personas altamente sensibles pueden saturarse con facilidad en el entorno hiperestimulante en el que vivimos, esta situación acompañada de la poca estima que se le suele dar a la condición de hipersensible, y que depende en su mayoría de la cultura subyacente a la población, deriva en una concepción errónea sobre el rasgo que lo engulle y lo distorsiona para ser arrojado y expuesto como un padecimiento que se acerca peligrosamente a lo patológico.
Nada más lejos de la realidad, el ser PAS es un don que confiere de una extraordinaria viveza la existencia de quienes lo portan, como dice Jung: “Si eres una persona con talento, no significa que ya hayas recibido algo, quiere decir que tienes algo para dar”, y es que aquellos hombres que han sido concebidos con la innatez de lo hipersensible son llamados a elegir un lugar en el mundo desde el que poder tenderle la mano al otro.
Es común que a menudo estos individuos sean psicoterapeutas, artistas, abogados, diplomáticos y aquellos que guardan un espacio considerablemente amplio en sus vidas para dedicarle la ayuda necesaria al prójimo. Las PAS encuentran a su manera la forma idónea de armonizar el entorno que las rodea, independientemente de su profesión, y de otorgar belleza al mundo y concordia a las relaciones.
Es este elevado sentido de lo sutil, junto a su clarividencia ante las injusticias, su tendencia idealista hacia lo sagrado y su excepcional visión de lo apolíneo, lo que convierte a la hipersensibilidad en un privilegio que debe ser vivido con la magnitud de tales dimensiones.
Por último, esta condición posiciona a las personalidades hipersensibles en centinelas guardadores de aquello que merece ser salvado por su ligazón con lo más íntimamente humano; el amor, la verdad, la sabiduría y la belleza, entidades actualmente puestas en peligro por la prisa de una sociedad frenética que parece haber olvidado detenerse en el camino.