Sí, soy psicóloga. Si, cuando alguien invierte en salud mental quiere decir que yo gano. Si, si y sí. Pero hay más.
Cuando alguien invierte en salud mental no solo ganamos los profesionales de la salud, también lo hace el resto del mundo.
Cuando una persona decide iniciar un proceso de autoconocimiento y sanación, está moviendo una ficha del puzzle que inevitablemente, movilizará al resto de piezas que están junto a ella.
Por lo tanto, recordando aquella vieja campaña publicitaria, ganamos todos.
Cuando una mujer de 40 años decide comenzar terapia por sus problemas de ansiedad continua, no solo aprende a gestionar sus emociones y a no temerlas, también aprende a decir las cosas de una forma sana y calmada a su marido. Este cambio, aparentemente insignificante, genera cambios en la otra persona, que deja de estar a la defensiva y al borde del conflicto en cualquier momento.
Cuando un chico de 30 años llega a consulta por una depresión debido a su falta de empleo, no sabe que esta iniciativa cambiará su vida, en la que dejará de maldecir a la crisis para fomentar su creatividad y buscar nuevas salidas.
¡Y suma y sigue…!
Cuando animo a invertir en salud mental no lo hago por un aspecto de interés económico, lo hago por un interés social.
Cada día escucho a personas que viven en una felicidad mediocre, con un trabajo mediocre, con una pareja mediocre y con una valía propia mediocre.
Me entristece. Pero ellos han optado por la decisión de la mediocridad. Ellos, a través de sus decisiones son los que ponen barreras a su crecimiento y a poder llevar una vida realmente plena y feliz.
Ellos son los que se ponen excusas continuamente para no invertir en salud mental… “ahora no estoy bien de dinero”, “no tengo tiempo para ir una vez por semana al psicólogo”, “es demasiado caro y no sé si me beneficiará”
Una y mil excusas que llevan al mismo camino. Al camino de la infelicidad, el sufrimiento y la mediocridad.
Y me sorprende tanto la resistencia a sanarse, que me he parado a analizarlo en más de una ocasión.
Es absolutamente comprensible que las personas no se animen tan fácilmente a iniciar un proceso terapéutico para su insomnio si en los anuncios publicitarios ven un fármaco que les permitirá dormir sin esfuerzo alguno.
Es absolutamente comprensible que las personas prefieran fármacos a psicoterapia, pues reina la ley del mínimo esfuerzo a cada paso que damos en esta sociedad.
Sin embargo, que curioso es que aquello que hoy nos resulta cómodo, mañana será terriblemente incómodo. ¡Y a la inversa! Aquello que hoy nos incomoda y nos cuesta, mañana será fruto de tranquilidad y comodidad.
La persona que hoy decide tomar un fármaco para aliviar su depresión o su ansiedad, está tomando el camino cómodo y fácil. Básicamente, está poniendo losas encima de sus emociones. A la larga, este camino no resultará tan beneficioso, pues tu cuerpo se adaptará a los fármacos y necesitarás más dosis. Observarás el aplanamiento afectivo que envuelve tus días y desearás regresar a tu estado natural.
Por estas razones, invierte en salud mental.
¿Quién te enseñó a gestionar tus emociones?
¿Quién te proporcionó técnicas y estrategias para afrontar ciertas situaciones?
¿Quién te habló de sufrimiento y las posibilidades de erradicarlo?
Es muy sencillo. Nadie nos ha enseñado a conocer y explotar las capacidades internas que tenemos, las cuales son infinitas e ilimitadas. Nadie nos dijo que todo, absolutamente todo lo que necesitamos para ser felices está dentro de uno mismo.
Y si nadie te lo enseñó, ¿no será que necesitas a alguien que lo haga?