Muchas personas sufren a causa de una presión interna, en su educación no aprendieron a identificar las consecuencias de una tensión velada.
No aprendieron a identificar de dónde viene ni como aliviarla de manera correcta.
Quienes no identifican estas situaciones pueden pasar su vida tratando de “aliviar” situaciones que solo empeoran.
Cuando finalmente la ira se desborda, con algo de tristeza afirmamos: “fue el estrés”. ¿Si, pero por que el estrés?, sería mucho más útil si lográramos identificar estas fuentes de tensión interna como primer paso para conseguir que desaparezcan.
El estrés interno proviene de las emociones que hemos interiorizado a lo largo de nuestra evolución y mal se ha definido como “autocontrol”.
Un ejemplo de ello es como muchas personas han aprendido a reprimir su ira para evitar ser reprendidos, la gente suele evitar su ira por el temor a las consecuencias o a perder el control.
Desde niños nos enseñan a que las manifestaciones de ira conllevan consecuencias graves, por tanto, luego con el tiempo aun cargamos con la creencia interiorizada que evitar los sentimientos de ira evitaran el “desastre” (castigo, victimización, rechazo, displacer, abandono,) en el futuro.
La pregunta obvia es: ¿de dónde aprendemos acerca de nuestras emociones? Los seres humanos aprendemos de los otros, a través de la imitación, esto ocurre desde el primer día de nuestras vidas.
Cuando se le saca la lengua a un recién nacido lo más probable es que este responda de igual manera.
Esta imitación o reflejo sienta las bases del aprendizaje, pero también significa que cuando alguien nos confronta con un tono desagradable, podemos sin querer terminar imitándolo.
Muchas personas no recuerdan que les hayan enseñado a enfrentar sus emociones, pero esto ocurre ya sea directamente o por medio de la observación.
Por ejemplo, cuando éramos niños, uno de sus padres pudo haberlo distanciado enviándolo a su habitación cada vez que nos enojábamos.
Esta experiencia nos enseñó que las expresiones de ira nos causarían el rechazo, aislamiento y ser abandonado por nuestros seres queridos.
En otras familias un padre puede gritar “¡No me levantes la voz!”, sugiriendo con ello, haz lo que digo, no lo tú quieres.
La identificación de las lecciones emocionales puede ayudar a cambiar las formas en las que vivimos y expresamos nuestras emociones.
Algunos ejemplos de lecciones emocionales problemáticas incluyen:
- Siempre trata los sentimientos ajenos como si fueran más importantes que los propios.
- No hagas nunca nada que pueda hacer que otra persona sea infeliz.
- No expreses enojo
- Enójate y recibirás atención.
- No le des importancia a tus sentimientos, o mejor aún, no sientas.
- No confiares tus sentimientos con los demás, guárdatelos para ti mismo.
- Nunca confíes en los sentimientos, confía solo en lo racional.
- Ser feliz todo el tiempo.
- Los hombres no lloran.
- Las chicas buenas no se enojan.
Nunca olvidamos las lecciones del pasado, se transforman en el modelo para enfrentar las situaciones que se salen de control en nuestra vida posteriormente.
Rara vez reevaluamos la definición de control desde entonces.
De acuerdo con esta perspectiva infantil, control significa, “prevenir que sucedan cosas malas.” Pero como adultos, esta creencia genera estrés infinitamente, porque:
- Requerimos conocer lo que va a pasar antes que suceda.
- Se anticipa la solución de problemas que no han ocurrido.
- Necesitamos prevenir el desastre, porque se nos preparó para sentirnos inadecuados para encarar la vida, no podemos predecir el futuro con precisión perfecta.
- Si el desastre sucede, nos culpamos por los “no” pudimos evitarlo: “deberías haberlo visto venir.”
- Nos culpamos por “no” saber lo que el otro estaba pensando y planeando hacernos: “yo debería haberlo sabido.”