Hace poco asistí a un cine local para ver el último estreno de Disney, un filme que sin duda ha dado mucho de qué hablar y que ha llamado la atención masiva del público en general. Su narrativa principal: las emociones, específicamente la aparición de la ansiedad como protagonista.
Es llamativo cómo aquello que nos compete como profesionales de la salud mental ha empezado a cobrar una relevancia social sin precedentes. Estamos ante una de las épocas en las que más se ha visibilizado la necesidad de prestar atención a nuestras emociones y cómo estas dirigen nuestro día a día, además de las consecuencias negativas que podemos experimentar a causa de las múltiples distorsiones que en estas se pueden generar.
El posicionamiento de las emociones como punto de referencia no solo ha situado a los profesionales de salud mental como elementos de referencia, sino también a múltiples terapias, tanto científicas como no científicas. Estas terapias exteriorizan la emoción y ponen la causa de elementos como la ansiedad y la depresión no en el individuo, sino en otros aspectos tan amplios, diversos y a veces difusos, que pueden ir desde un alimento hasta los ángeles, los astros, etc.
¿Está la ansiedad en manos del individuo?
Viendo este panorama, podemos centrarnos en la ansiedad, dada su gran acogida en el arte pop, y preguntarnos: ¿Está la ansiedad en manos del individuo? ¿Es el individuo causa y a su vez consecuencia en la ansiedad? ¿Se aborda de manera seria la ansiedad desde el exterior del individuo?
Estas preguntas son difíciles de responder ya que cada línea terapéutica tendrá su propio marco teórico y metodología para abordar y entender la ansiedad. Las líneas humanistas tendrán una visión despatologizante en la que las dificultades yacen en el no reconocimiento y trámite emocional, las vivencias y el relacionamiento. La terapia cognitiva, por otro lado, tendrá un enfoque neurológico en el que los cambios del día a día influyen en las interacciones cerebrales y, por ende, en los neurotransmisores que comandan nuestras formas de pensar y actuar.
Para algunos, la ansiedad puede ser corregida e interpretada desde la individualidad; para otros, se requerirán medicamentos. Unos plantearán la ansiedad como un correlato biológico; otros, como una consecuencia de malos hábitos.
La influencia del entorno en nuestras emociones
Pero al momento de pensar en la ansiedad desde el exterior del individuo, ¿la vemos solo como la influencia de los medicamentos? ¿Hay algo sobre cómo nuestro entorno relacional y social interviene en nuestras emociones?
La psicología ha hablado sobre cómo la sociedad influye en nuestras emociones y cómo incluso puede condicionar el surgimiento de diversas patologías psicológicas. Sin embargo, la mayoría de las intervenciones terapéuticas no tocan la colectividad como método de modificación conductual, sino que se centran en el individuo, no solo como protagonista y propietario, en este caso, de la ansiedad, sino como único responsable de su control, modificación y extinción.
Este modelo de intervención puede resultar altamente culpabilizante, pues entrega toda la responsabilidad e intervención al individuo, incluyendo la causa de su dolencia psicológica. Esto, en lugar de ayudar, lo limita y le aporta un grado más alto de estrés, entorpeciendo su proceso.
La sociedad patológica
La filosofía ha sido la encargada de entender a profundidad cómo el establecimiento social es ahora ampliamente patologizante en cuanto a la salud mental. Desde allí se han planteado grandes interrogantes sobre cómo, desde la colectividad general, el sistema económico, los roles asumidos, la tecnología y las nuevas dinámicas de trabajo, se puede estar construyendo una dinámica cotidiana que inevitablemente deteriora la salud mental.
Aspectos como el consumismo, la hiperconectividad, la infoxicación, la sobreinformación, la hiperproductividad y la globalización pueden tener mucho más que ver con nuestra salud mental de lo que se ha creído. La pandemia es uno de los ejemplos más claros de cómo esta nueva sociedad puede influir de muchas maneras en la forma que pensamos y actuamos. Los medios de comunicación entregan altos índices de estrés al televidente, los estándares a cumplir someten hasta el cansancio a nuestros jóvenes y la economía en constante ruptura tiene al borde del colapso a la mano de obra humana.
Un nuevo enfoque en la intervención psicológica
Todos estos aspectos resultan cruciales para entender un fenómeno como la ansiedad. Es indispensable que desde las ramas del pensamiento humano y específicamente desde la psicología se empiece a brindar una especial relevancia a los aspectos sociales como causa de las patologías. Desde nuestra intervención individual podemos crear contención, pero si nuestra sociedad sigue este vertiginoso desarrollo, obviando las consecuencias que tiene para la salud del ser humano, nunca podremos avanzar en la generación de entornos saludables y prácticas profesionales efectivas que permitan intervenir las patologías mentales.
Es hora de no solo ver a la ansiedad y las demás emociones como elementos propios que toman decisiones desde el individuo y que es el individuo quien se equivoca o hace mal cuando estas se salen de control. Debemos entender que hemos configurado una sociedad que, sin duda alguna, está alterando nuestras formas de pensar, actuar y sentir, no siempre de manera positiva. Estamos abandonando la sociedad del desarrollo humano para crear una propia sociedad patológica.