Un nuevo estudio resalta el impacto significativo del descuido físico infantil en el desarrollo social, superando incluso el impacto del maltrato físico, emocional o sexual. Los niños que sufren descuido físico muestran menor sociabilidad, menor popularidad y conexiones más débiles con sus grupos de amigos, enfrentando estigmatización y retraimiento social. Estos efectos se extienden a la edad adulta, afectando la salud mental y las habilidades sociales.
Las marcas visibles de la negligencia
Las consecuencias del descuido físico son multifacéticas. La vestimenta inadecuada o la falta de higiene, signos visibles de la negligencia, contribuyen al rechazo y al aislamiento por parte de sus pares. Este rechazo, a su vez, refuerza el ciclo de aislamiento y dificulta la integración social.
El estudio enfatiza la importancia de la intervención temprana para mitigar los efectos a largo plazo del descuido físico en las conexiones sociales y el bienestar general. La falta de conexiones sociales en la infancia puede obstaculizar el desarrollo social a lo largo de la vida, con consecuencias profundas para el desarrollo psicológico y emocional. Por lo tanto, una intervención temprana resulta crucial para contrarrestar estos efectos negativos.
La negligencia física bajo la lupa
Impacto Generalizado: El descuido físico, de manera única, afecta la sociabilidad, la popularidad y la cohesión de los grupos de iguales.
Estigma Visible: La mala higiene y la vestimenta inadecuada, asociadas con la negligencia, pueden llevar al rechazo por parte de los compañeros.
Efectos Duraderos: La falta de conexiones con iguales durante la infancia puede dificultar el desarrollo social a lo largo de la vida.
Si bien el descuido físico está menos estudiado que el maltrato físico, sexual o emocional, este nuevo estudio, publicado en la revista Child Abuse and Neglect, indica que es igualmente perjudicial para el desarrollo social infantil. La investigación incluyó a más de 9.150 individuos, aproximadamente el 41% de los cuales reportaron retrospectivamente alguna forma de maltrato antes de los 12 años o de finalizar sexto grado.
El estudio exploró el impacto del abuso y la negligencia en tres dimensiones de las relaciones interpersonales entre niños: la sociabilidad (si los jóvenes maltratados eran menos sociables o más retraídos), la popularidad (si eran menos populares o eran evitados por sus compañeros) y la cohesión del grupo social (qué tan unidos o cohesionados estaban sus lazos sociales).
Los resultados fueron claros: si bien cualquier forma de maltrato afectaba negativamente diferentes dimensiones del desarrollo social infantil, solo el descuido físico interrumpió las tres. Las profesoras de sociología Christina Kamis (Universidad de Illinois Urbana-Champaign) y Molly Copeland (Universidad de Notre Dame), autoras del estudio, resaltan la importancia de estas conclusiones. Según la Dra. Kamis:
“La adversidad y el maltrato infantil pueden interrumpir el proceso de desarrollo de estas relaciones entre iguales en la vida temprana, y hemos demostrado en nuestros trabajos previos que estas habilidades son importantes para la salud mental y el bienestar durante toda la vida.”
La muestra se extrajo del Estudio Longitudinal Nacional sobre la Salud del Adolescente a la Edad Adulta (Add Health), que inicialmente encuestó a más de 90.000 estudiantes de 7º a 12º grado en Estados Unidos en la década de 1990 y siguió a más de 20.000 de estos estudiantes hasta la edad adulta. Casi el 10.3% de los incluidos en este estudio reportaron haber experimentado descuido físico, mientras que el 28.6% reportó abuso físico, el 17.4% abuso emocional y más del 4.3% abuso sexual; proporciones consistentes con investigaciones previas utilizando datos de Add Health.
La mayoría de los participantes que experimentaron abuso o negligencia reportaron solo una forma de maltrato. Se les pidió a los participantes que nombraran hasta cinco de sus amigos más cercanos (hombres y mujeres) en la escuela. Su sociabilidad se midió por la cantidad de compañeros nombrados como amigos, mientras que su popularidad reflejó la cantidad de compañeros que los nombraron a ellos como amigos.
El estudio también evaluó un nuevo aspecto a menudo pasado por alto: la cohesión de la red social. Esta dimensión refleja cuán unidos o fragmentados estaban sus grupos de amigos (es decir, dispersos en varios grupos y sin interconexiones).
Cada niño mencionó un promedio de cuatro estudiantes como amigos, y cada uno de estos niños fue mencionado como amigo por aproximadamente cuatro compañeros. Sin embargo, aquellos que experimentaron alguna forma de abuso o negligencia nombraron a menos compañeros como amigos, lo que sugiere que eran menos sociables o estaban retraídos.
La Dra. Kamis explicó que esto se debe a que:
“los niños maltratados a menudo sienten vergüenza y pueden tener una autoestima y un sentido de pertenencia más bajos como consecuencia del maltrato, lo que precipita el retiro de sus compañeros. Experimentar abuso o negligencia también puede hacer que los niños anticipen el rechazo o la victimización por parte de sus compañeros, haciéndolos menos propensos a acercarse a los demás.”
Además, los participantes que experimentaron abuso o negligencia tenían menos probabilidades de ser nombrados como amigos por otros estudiantes, lo que sugiere que eran menos populares o eran evitados. Según la Dra. Kamis:
“El maltrato en sí mismo está estigmatizado, y si deja una huella visible o es conocido por los compañeros, puede causar que estos eviten a estos niños. El maltrato también puede aumentar comportamientos que reducen su deseo como amigos, como una mayor dificultad para regular sus emociones, un aumento de la agresión o una menor conducta prosocial.”
Los investigadores también descubrieron que los adolescentes maltratados tenían menos probabilidades de pertenecer a grupos unidos y más probabilidades de tener relaciones fragmentadas que abarcaban múltiples grupos. Los grupos de amigos cohesionados e interconectados pueden sancionar comportamientos no normativos, como la agresión o la desregulación emocional, exhibidos por compañeros maltratados, o rechazar a estos estudiantes, relegándolos a amistades fragmentadas en el entorno social.
Por el contrario, el maltrato puede llevar a los niños a desarrollar una mayor desconfianza en otras personas o estilos de apego inseguros que hacen que pertenecer a un grupo interconectado sea estresante, lo que los hace retirarse de los grupos de amigos cercanos.
Al examinar los efectos sociales por tipo de maltrato, se encontró que el abuso sexual predijo el retraimiento, mientras que el abuso emocional y físico predijo la evitación por parte de los compañeros y la fragmentación. Solo el descuido físico predijo efectos negativos en las tres dimensiones.
Si bien la Dra. Kamis reconoce la sorpresa ante los efectos generalizados del descuido físico, este hallazgo tiene sentido porque las manifestaciones del descuido afectan cómo los niños maltratados se ven a sí mismos, así como las percepciones que sus pares tienen de ellos.
“Si no se recibe vivienda, comida y ropa adecuadas, o no se baña o se cuida en casa, eso puede ser visible para sus compañeros y tener un estigma asociado. Las manifestaciones externas del descuido pueden hacer que otros niños eviten ser amigos de ese niño, mientras que la vergüenza que siente el niño descuidado también puede causar que se retire de los demás.”
La Importancia de la ayuda temprana
Dado que los niños y adultos que experimentan abuso o negligencia tienen un mayor riesgo de problemas de salud mental y otras amenazas a su bienestar, la Dra. Kamis aboga por la detección a lo largo de la vida y la provisión de apoyo.
“La escuela puede ser un ámbito difícil para estos niños, por lo que es fundamental reconocer que podrían necesitar apoyo adicional para desarrollar amistades y romper algunas de las barreras con sus compañeros. La ausencia de los beneficios del desarrollo de las redes de pares puede tener un impacto duradero en su capacidad para formar conexiones sociales y experimentar un mayor bienestar a lo largo de sus vidas.”
Fuentes y recursos de información
Kamis, C., & Copeland, M. (2024). Childhood maltreatment associated with adolescent peer networks: Withdrawal, avoidance, and fragmentation. Child Abuse & Neglect, 158, 107125–107125. DOI: 10.1016/j.chiabu.2024.107125