Una de las dificultades al tratar con infractores de la ley es su falta de empatía, o sea su falta de capacidad para comprender a quienes los rodean, el paradigma de la justicia restaurativa pretende alentar el desarrollo de la empatía.
Si se trata de generar empatía en las partes, se obtienen grandes beneficios, por un lado se consigue que el infractor aprenda que no debe delinquir no por temor a recibir un castigo sino porque ha entendido que con este comportamiento está dañando a otro ser humano.
Con los psicópatas la justicia tradicional falla en esencia porque no le tienen miedo al castigo y además porque tienen una incapacidad para sentir empatía, no sienten el dolor ajeno.
Los procesos de la justicia restaurativa crean y favorecen el crecimiento de valores como el respeto, responsabilidad, empatía e interrelación en el infractor, la víctima y la comunidad.
Se ha demostrado que muchos de los que se han sometido a estos procesos, que hasta ese entonces no demostraban ninguna clase de sentimientos hacia las víctimas, por el hecho de confrontarse con ellas, algo cambiaba en sus cerebros iniciando un proceso transformador.
Daniel Reisel estudia el cerebro de los psicópatas y se hace una pregunta: en lugar de almacenar estos psicópatas ¿no deberíamos usar nuestros conocimientos sobre el cerebro para ayudar a su rehabilitación?